No se ve hasta cuándo vamos a seguir con la idea de que no hay herramientas eficaces contra la gran corrupción. El ejemplo más dramático y que brinda la máxima incredulidad o máximo cinismo, es el que calificó el propio presidente Petro como “uno de los mayores robos al Estado colombiano”, una investigación de la Fiscalía General que identifica los hilos de una sofisticada red de corrupción que según El Tiempo llegaría a los $ 500.000 millones al mes y ello durante varios años.
Este es un caso ejemplarizante porque son muchos los implicados, porque se trata de una operación internacional y porque el monto del robo es descomunal. Colosal. Casi inimaginable. Y que este hubiera podido perdurar por varios años es de no creer, no obstante publicaciones parciales que sobre el tema se hicieron en los medios.
Digo que es ejemplarizante porque si hubieran existido los tres elementos claves del sistema que se ha denominado “la denuncia premiada” o sea el anuncio, el grito, la denuncia, la sonada del pito, la estrategia anticorrupción denominada el ‘Whistle blower’, cuyos tres elementos claves son: 1. La denuncia y la protección de esta y del denunciante. 2. La investigación apropiada por parte de las autoridades y no del denunciante y, 3. Una recompensa generosa, compatible con el dinero que se recuperó o que se evitó fuera robado.
En el caso de este robo del petróleo colombiano me atrevería a decir que la recompensa ha debido ser por lo menos la equivalente a un mes del mismo que se dice, repito, era de $ 500.000 millones mensuales. Estoy absolutamente seguro que esa recompensa habría encontrado un beneficiario que, en lugar de haberse hecho multimillonario por la vía del latrocinio, habría logrado, y mucho más, por la vía de la denuncia, de hacer sonar el pito, del grito, a las autoridades nacionales e internacionales. No se dice nada al respecto si existió o no ese denunciante. Y está muy bien que su nombre sea bien protegido. Pero si no ocurrió así, este es un caso ilustrativo para mostrar cómo se habría podido evitar que ese latrocinio se hubiera podido realizar durante varios años.
En Colombia se han hecho intentos superficiales y equivocados para establecer una ley sobre la ‘delación premiada’. Hay muchos ejemplos de delaciones con respecto a homicidios, pero no hay una utilización apropiada de un mecanismo que ha demostrado ser el más eficaz en la lucha contra la corrupción.
Ahora se habla de que se descubrió un latrocinio quincenal en las Fuerzas Militares, en algunos departamentos apartados basado en un truco o trampa muy conocido en el mundo que es el de inventar brigadas de “soldados fantasmas”, lo cual permite percibir salarios y otros beneficios de un valor significativo. Nada nuevo.
Existen capítulos sobre el tema en libros que tratan el asunto de la corrupción. De la misma manera que hay “alumnos fantasmas” y hasta “colegios fantasmas”, “profesores fantasmas” “enfermedades fantasmas” como en Córdoba y también beneficiarios de subsidios igualmente ficticios, inventados. A finales de este mes se celebra en Estados Unidos ‘el día de la denuncia premiada’, una ley que viene desde la lucha por la independencia y que fue reafirmada por el presidente Lincoln. Lo que debe escandalizarnos no son estos robos colosales, sino la negligencia en adoptar el mecanismo anticorrupción más eficaz.