Diana Marcela Díaz es una empresaria caleña que lidera Oblé, una fábrica de obleas que comercializa al por mayor en Cali y genera más de 20 empleos formales directos. Gracias a su microempresa, Diana hoy es magíster en Dirección Empresarial y sueña con ser líder en Cali y posicionar su producto a nivel internacional. Octavia Montaño, por su parte, lidera Herencia Guapireña, una empresa que recoge los saberes ancestrales de su familia y comunidad en Guapi. Desde Cali, ha logrado cumplir su sueño de garantizar la educación de sus hijos. Luego de pasar por el Programa Prospera que lidera la CCC, su empresa ha crecido 60% en los últimos 4 años y está abriendo nuevas puertas para su comunidad en el Pacífico a través del Viche.
Diana y Octavia representan muchas de las historias de los empresarios con micro, pequeñas y medianas empresas en nuestro país, que nos recuerdan que lo que tiene tamaño es el negocio y no la mentalidad. En medio de un contexto nacional complejo que nos plantea importantes desafíos en materia económica, de seguridad, e incertidumbre política, los colombianos tenemos un deseo inmenso de seguir aportando al desarrollo de nuestro país para que sea más próspero, inclusivo y con mayor equidad.
En este propósito, la ONU estableció el 27 de junio como el ‘Día de las Micro, pequeñas y medianas empresas’ con el fin de sensibilizar a la población mundial sobre su contribución al cierre de brechas sociales y a combatir la desigualdad a través de la creación de empleo.
Sin embargo, para que puedan cumplir su potencial como agentes de cambio económico y social, es fundamental poder avanzar en varios sentidos. En primer lugar, entender que la idea de empresarios que hemos construido en Colombia debe partir de entender que en su mayoría se compone de personas como Diana y Octavia, y es allí donde se encuentran los principales desafíos de productividad y competitividad para cuidar los empleos que generan. Por tanto, cabe la invitación para que ad portas de entrar a la segunda mitad del actual gobierno, no perdamos tanto tiempo en debates teóricos sobre nuevas dimensiones de la economía, y veamos la fortaleza que tenemos en el fortalecimiento de las Mipymes, para enaltecer el trabajo que hacen millones de colombianos a diario en construir país desde la empresa privada.
En segundo lugar, brindarles un entorno regulatorio favorable que promueva la generación de más y mejores empleos, que fomente la construcción de una historia crediticia para estos empresarios y desmotive el uso del efectivo que los tiene presos del gota a gota.
Y en tercer lugar, la digitalización de los servicios, aprovechando la penetración que han tenido las billeteras digitales y las nuevas oportunidades que ellas abren. Por tanto, es fundamental observar con atención los debates sobre las reformas que vienen en la siguiente legislatura para proteger este tejido empresarial, sumamente sensible a cambios regulatorios que afectan su operación y que pareciera no tener un agente protector desde la actual política pública.
Como país tenemos una enorme oportunidad para avanzar en propuestas que consideren la generación mayores oportunidades de acceso al empleo formal como una prioridad. El reto está en promover un entorno empresarial que valore y apoye, tanto a los trabajadores como a los emprendedores, donde el crecimiento económico se traduzca en bienestar social para todos.