Recuperar el control de algo que se ha salido de madre no es tan simple como se piensa. Un ejemplo sencillo es tratar de ordenar una fila en un partido de fútbol una vez la gente se empieza a colar; si no, pregúnteles a los gringos en la final Colombia-Argentina de la Copa América. Otro ejemplo cotidiano es el ingreso y evacuación de un avión; en pandemia —y un tiempo después— fue maravilloso, pero hoy en día el asunto se ha complicado, un poco menos en el ingreso, pero para salir del avión nos paramos como locos, igual que antes. En nuestras casas, los clósets se van abarrotando de cosas, lo mismo que las mesas de noche y los mesones de los baños, o, por lo menos, así es en la mía, y confieso que me cuesta mucho trabajo organizarlos.

Educar a un hijo tampoco es fácil, lograr que se respeten las reglas de la casa no es tan mamey como uno quisiera. A veces toca castigarlos y hablarles duro y firme, si no, no se cumplen las normas.

En nuestra sociedad pasa algo parecido, incluso —y sin ponerme muy académico— para eso existen el derecho y las normas, las cuales buscan construir el marco de reglas que todos debemos acatar para convivir. Cuando existen tensiones o estas se incumplen, para ello están la autoridad y los jueces; en unos casos, para hacerlas obedecer y, en otros, para dirimir los conflictos.

El filósofo británico del derecho, H. L. A. Hart, no solo clasificó el tipo de normas en su libro ‘El concepto del derecho’, sino que establece que existen dos tipos de personas: unas que cumplen las normas porque les nace; es decir, desde el punto de vista interno, y otras desde el punto de vista externo, o por el miedo a la sanción. Dejemos ahí, para no aburrirlos. Lo mismo pasa en Cali y a algunos habrá que sancionarlos.

Creo que para muchos de ustedes no es un secreto que a Cali, en el último gobierno la abandonaron, la descuidaron, la dejaron al garete; quedó hecha un caos, sin Dios ni ley. Algunos la compararon incluso con la tierra de Batman, Ciudad Gótica.

Ahora toca recuperarla y para eso los caleños eligieron al alcalde Alejandro Eder. Lo que pasa es que ponerla en orden toma tiempo, pues los problemas no eran menores, sino de fondo. Adicionalmente, alinear todos los propósitos en lo público es un poco más demorado que en lo privado, o por lo menos más demorado de lo que cada uno de nosotros quisiera, para ver resultados.

Lo complejo es que también va a doler, pues cuando se ordena la casa, toca incomodar. Si se arregla un puente que se podía caer, se generan trancones infernales que nos molestan, retrasan y mortifican a todos. Si se hacen retenes en las vías para ordenar la movilidad y como consecuencia se sanciona a los infractores, se generan protestas y manifestaciones. Si se inicia un proceso persuasivo o coactivo por el no pago de los impuestos municipales, la gente brinca.

Lo cierto es que la administración, para dar resultados, nos tendrá que incomodar más. Van a tapar huecos y habrá más trancones, van a multar a los infractores de tránsito y van a perseguir a los bandidos, por lo tanto, habrá más retenes.

Recuperar a Cali, sin lugar a dudas, nos va a contrariar. Retomar el rumbo siempre es difícil y requiere sacrificios de todos, pero no tenemos opción, en Cali se tiene que restablecer el orden para que vuelva a ser grande y un referente nacional, como antes lo fue.