Pbro. Wiston Mosquera Moreno., vicario general de Cali.

Para este domingo 17 del tiempo ordinario, la liturgia de la Iglesia nos invita a reflexionar el tema de la multiplicación de los panes, después que Jesús se expresara con compasión y misericordia hacia las personas que habían estado presenciando las maravillas que él hacía en favor de las personas que curaba.

Ante esa realidad y la gran multitud, Jesús se dirige a Felipe con una pregunta directa para ver como respondería, ¿con qué vamos a comprar pan para que esta gente coma?, la respuesta de Felipe, parece la respuesta calcada del antiguo testamento del segundo libro de los reyes que hoy también hemos escuchado del sirviente de Eliseo cuando dijo, “¿y qué hago yo con esto para dar de comer a cien personas? La verdad es que ante la bondad de Dios todos podemos y debemos reconocer nuestra pequeñez, el profeta en el antiguo testamento y Jesús en el nuevo testamento han apelado a lo que hoy llamaríamos la seguridad alimentaria para la gente, pero también nos recuerda que cuando el pan es compartido entre todos, todos ganamos porque participamos de la misma mesa, del mismo convite, del mismo ágape.

Por tal motivo podemos inferir que cuando Jesús invita a sus discípulos a participar de esa última cena les recuerda que ese pan que comparten junto a él es su propio cuerpo que se les da y seguirá dando como alimento de salvación para todos los que decidan acogerlo a él.

Hoy este hermoso hecho se sigue dando para nosotros en la santa Eucaristía, pues cada vez que comemos de ese pan y bebemos de ese cáliz el Señor está presente recordándonos que todos en la vida debemos participar de esa gran mesa porque para todos alcanzará siempre que la mezquindad no se apodere de nuestro corazón, sino que se abra a los que necesitan de esas manos providentes para hacer que se multiplique el pan de nuestras mesas para invitar a ella a quienes carecen de ese pan de vida, alimento material y alimento espiritual.

Así las cosas, el llamado que se nos hace en este día a trabajar por una seguridad alimentaria, nos interpela a no desperdiciar ese alimento que sobra en nuestros hogares, sino a brindar la oportunidad de alimentar a quienes sabemos que padecen de lo necesario para vivir o sobrevivir.

En este punto sí que pueden ayudar los restaurantes, los gastrobares, los hoteles y muchas instituciones que terminan desechando aquello que les sobra, cuando podrían mitigar el hambre que padecen quienes carecen de lo más mínimo para su propia subsistencia.