Me refiero a los puentes, creados por iniciativa de Raimundo Emiliani Román, político oriundo de Cartagena, quien tuvo la brillante idea de convertir las fiestas religiosas de precepto, que la Iglesia Católica había abolido, como fiestas de guarda que obligaban al descanso, en puentes; las trasladó todas a los lunes, diez en total. Su argumentación fue el aumento del turismo, que sin duda creció. Por el contrario, afectó negativamente a los demás sectores productivos, aumentó sus costos laborales considerablemente.
Hoy Colombia ocupa un lugar destacadísimo en el número días feriados, somos segundos en el mundo.
El tiempo libre me permitió leer y documentarme para escribir.
En una columna de El País, el presidente de la Cámara de Comercio, Luis Fernando Pérez, destacaba la fecunda labor que desempeñan las Mipymes, en la generación de empleo. Ocurre que la mayor parte de las pequeñas empresas son informales, solo unas pocas pueden acceder a la formalización, por el alto costo y la maraña de requisitos que se exigen.
Más del 50% del empleo es producido por dichas empresas que navegan en la informalidad, por consiguiente no están sujetas a las normas legales laborales, ni a las contribuciones al fisco. El salario mínimo y los recargos sobre dicho salario por horas extras, dominicales, trabajo nocturno, etc., solo rige para el 40% del universo empresarial. El resto responde a las leyes de oferta y demanda.
Lo contradictorio es que el gobierno progresista actual prefiere beneficiar a los trabajadores empleados por empresas formales, lo que podríamos calificar como la oligarquía obrera, e ignora olímpicamente que de esta manera fomenta la informalidad, la cual cada día es más atractiva. Está creando barreras infranqueables, para acceder a la legalización de los emprendimientos empresariales. ¿Por qué no permitir, mediante normas menos onerosas y trámites sencillos, alentar a las empresas a formalizarse?
Lo primero es establecer grados, de acuerdo a su rentabilidad. Hoy las formales tienen los impuestos más altos de Latinoamérica, 35% de sus utilidades y las prestaciones sociales aumentan los salarios en un 60%, los cuales serán aún más altos de aprobarse la reforma laboral. Protege a los trabajadores actualmente más beneficiados y multiplica a los más vulnerables. Qué paradoja.
Pretender castigar la flexibilidad del empleo en el mundo actual es ir contra la corriente. La revolución tecnológica ha acelerado los cambios en el trabajo y en la forma de realizarlo. Imposibilitar los retiros para adaptarse a los nuevos desafíos de la modernidad, va en contra del crecimiento, induce a la liquidación y al desempleo.
También tuve la oportunidad de leer un artículo de The Economist, en donde analiza la inexorable tendencia mundial, incluida Colombia, del decrecimiento de la tasa de fertilidad en las mujeres, por consiguiente se disminuirá la población, con consecuencias predecibles e impredecibles. Entre las predecibles está el aumento de la población improductiva de la tercera edad y la disminución de la productiva.
Así es como menos personas tienen que sostener a un número que continuará en aumento, al igual que el costo de su supervivencia. No obstante, esta consideración ha sido ignorada en la reforma pensional. No me explico como la juventud no ha protestado.