No apreciamos debidamente la significativa contribución de los migrantes colombianos en virtud de las remesas que mensualmente hacen llegar a sus familiares. La cifra que los informes dicen que está llegando a Colombia, este año, es de 10,000 millones de dólares. Una cantidad realmente asombrosa, y no se hace a título de préstamo ni hay que pagar intereses ni nada parecido. Es la contribución que los pobres, no todos ellos, hacen a la estabilidad económica y a la supervivencia de muchos hogares. Es un gesto que deberíamos exaltar y, de alguna manera, hacer lo posible por facilitar el envío de esas remesas y su más apropiada utilización.

Ha sido un nicaragüense, Manuel Orozco, funcionario del Diálogo Interamericano, en Washington, quien desde hace muchos años se ocupó de este tema, en forma obsesiva, y sin que haya recibido el reconocimiento que se merece. Inicialmente, el costo del envío de los giros que hacían los migrantes era muy alto. Esa fue la primera gran pelea que Orozco dio para que este costo fuera disminuyendo y entiendo que ahora ya no es tan alto, aunque siempre he creído que su costo así sea hoy mínimo, puede ser reducido aún más si es que los gobiernos y la banca privada hacen un esfuerzo en ese sentido.

En buena hora, se han ingeniado mecanismos para que este dinero sea aprovechado de una manera más racional y, en todo caso, más útil para las familias. Entiendo que se hacen ferias de vivienda en los Estados Unidos que le permiten a los migrantes adquirir viviendas para sus familias o para ellos mismos, pensando en el futuro. Entiendo, también, que algunos supermercados reciben estas remesas para así asegurar el uso más apropiado de las mismas en la perspectiva de la economía familiar.

Evitar, por ejemplo, que estas se utilicen en manera desproporcionada para comprar licores o cerveza. Lo que quiero decir es que tanto dinero, tanta generosidad y tantas necesidades deberían ser objeto de una mayor atención y de propuestas bien imaginativas para darles un excelente rendimiento. En algunos países, existe un ministerio encargado del manejo de estos ingresos, supongo, para hacerlos más eficaces; en otros países, las remesas constituyen el mayor ingreso de divisas y, por lo tanto, son vitales para la sostenibilidad económica.

Y observo que cada día hay más actividades en diferentes países en torno de este tema. Por ejemplo, creo que este fin de semana se conmemora el día de las remesas. Y existen congresos internacionales que se ocupan del presente y futuro de esta formidable fuente de recursos para los países pobres. Una contribución enorme al proceso de desarrollo. Y no me sorprendería que al mismo tiempo que somos beneficiarios de esas remesas, seamos también, con respecto a Venezuela por ejemplo, remitentes de las mismas dado el impresionante éxodo de familias venezolanas tanto a Colombia como a otros países de la subregión. Es una dimensión de la economía que algunos países no se pueden dar el lujo de subestimar o de pasar por alto.

Y no deja de ser preocupante que esta cifra se incremente significativamente porque quiere decir que son muchos los colombianos que abandonan su país. No me consuela verificar que los migrantes se han constituido en uno de los principalísimos productos de exportación colombianos. Preocupante.