Es raro. No me gusta que siga creciendo uno de los productos de exportación más exitosos de Colombia. Es que la tendencia en México, Centroamérica, algunos países africanos, es la de un incremento significativo de los ingresos que se reciben. Me refiero a la exportación de personas. Para nosotros es ya uno de los principales bienes de exportación, así suene horrible decirlo.
Ya estamos recibiendo diez mil millones de dólares anuales. Es lo que envían los colombianos que se han expatriado para vivir mejor y, también, para ayudar a sus familiares a subir su nivel de vida. Hay regiones que se benefician notoriamente de estos ingresos. Y algunos estudios indican que hasta la necesidad de buscar empleo disminuye ante la comodidad que trae la recepción de unas mesadas en dólares o en euros.
Las remesas han adquirido mucha importancia. Hay países con ministerios dedicados a este tema. Y en algunos de ellos constituyen un ingreso superior al de cualquier otra exportación o muchas de ellas sumadas.
Manuel Orozco, un distinguido funcionario del Diálogo Interamericano, le ha dedicado desde hace mucho tiempo particulares esfuerzos para que las remesas tengan mayor significación para sus receptores. Luchó intensamente para que el costo del envío, que era exorbitante, se rebajara a nivel más aceptables. Y para que no se estigmatizaran estos envíos con el lavado de dólares provenientes del negocio de las drogas ilícitas u otros.
Las remesas han cambiado el estilo de vida de millones de familias y las propias comunidades. Ellas también han democratizado la internacionalización de muchas familias y los vínculos existentes estimulan el éxodo de más ciudadanos, en el caso colombiano, hacia Estados Unidos, España, principalmente. Me dicen que el endurecimiento de la situación económica en Colombia durante el último año ha propiciado mayor emigración, y así lo ilustran estadísticas, principalmente las de los Estados Unidos. ¿Qué nos pasaría si esos diez mil millones de dólares dejaran de ingresar a Colombia?
Ahora los venezolanos que han encontrado en Colombia una solución para la miseria que estaban viviendo en Venezuela, envían remesas a ese país. Convendría saber su monto y su impacto. Aquí y allá.
No tenemos claridad sobre la repercusión que esta relación entre los colombianos expatriados y sus familias ha significado en términos, por ejemplo, de educación en sus distintos niveles. Y, también, en el comportamiento frente a otras expresiones culturales como la música popular.
El hecho es que cada día es más notoria una asimilación de costumbres, valores y estilos en los estratos que tienen que ver con las remesas. Se reafirma así la formidable influencia en la cultura popular de los Estados Unidos. Es mucho lo que habría que estudiar para conocer a cabalidad lo que significa el tema de los expatriados y las remesas. Creo que eso nos ha cambiado radicalmente.
Hasta el sistema de adquisición de viviendas y otros bienes ha sufrido transformaciones. Y, claro está, la vida interna de las familias. En muchos casos, a quién llega la remesa, ¿al padre, a la madre o al supermercado?
(Según el Banco Mundial, para el año 2022, India recibió cien mil millones de dólares, México sesenta mil, China cincuenta y un mil, Filipinas treinta y ocho mil, Honduras veintisiete mil, El Salvador veinticuatro mil, Haití veintidós mil. Según el Fondo Monetario el valor real de las remesas puede ser hasta un 50% superior).