Casi nadie lo sabe, pero las abejas y las avispas cuentan con un ‘ejército’ de rescatistas. Procuran evitar lo que por lo regular se hace cuando aparece una colmena de difícil acceso en una casa, en un colegio, en una unidad residencial o en una empresa: que las fumiguen para espantarlas o que las asesinen.
Los rescatistas, en cambio, quienes usan trajes extraños como astronautas, cuentan con aparatos también raros -aspiradoras de abejas-, con los que logran trasladarlas sin daño alguno a un sitio seguro para ellas y los seres humanos. Salvar las abejas, explican, es salvar a la humanidad. Son ellas las que polinizan los cultivos, luego, si las abejas se extinguieran, como está ocurriendo, la seguridad alimentaria estaría en riesgo.
Gabriel Ramírez es rescatista de abejas. Tiene 72 años y por eso puede hacer solo un rescate a la semana. Casi siempre debe estar colgado desde edificios altos por más de 12 horas para llegar hasta las colmenas, así que cuando termina un rescate descansa cuatro días.
Gabriel trabaja en rescates que los Bomberos en Bogotá llaman “imposibles”. Colmenas que están a 40 o más metros de altura. “Las abejas que consideran imposibles de sacar son las que queman o fumigan o gasean. Por eso me dedico a esos casos. Jamás he abortado alguna misión”, dice.
El caso más difícil fue el edificio del periodista Héctor Mora. El techo estaba lleno de abejas que, en vida, Héctor no permitió que tocaran. Cuando murió, su hijo llamó a Gabriel, quien se demoró tres meses en sacar las colmenas.
El lunes pasado tenía una de esas misiones imposibles: rescatar una colmena en los últimos pisos de un edificio. Debió descender desde un helipuerto. Los rescatistas de abejas deben hacer cursos de alturas. Era tan alto donde estaba, que al mirar hacia abajo las cabezas de los transeúntes se veían como diminutos puntos negros.
Antes de iniciar el rescate, Gabriel les habló a las abejas. Les dijo que venía a reubicarlas porque, de lo contrario, las iban a matar. Está seguro de que ellas sienten las energías de quien llega a su hogar. Hablarles es un ritual ancestral: pedirle permiso a la naturaleza.
Después sacó una máquina, la aspiradora de abejas, que al succionarlas las condujo a una caja – colmena para que fuera rescatada hasta la última. Cuando terminó, las llevó a su casa y les puso alimento. “Mi trabajo es básicamente eso, tener respeto por las abejas”, dice Gabriel, a quien el amor por el que es considerado el insecto más importante del planeta le nació a los 6 años, después de que un sacerdote del colegio salesiano llevara al salón a conocer un apiario.
Ilan Lechter es rescatista de abejas en Cali. Pareciera que lo siguen. Donde está él, llega una. Le ha pasado en sitios inverosímiles, como el balcón en un piso 20 en Miami, o en una oficina cerrada y con aire acondicionado. Sus propietarios le han dicho que jamás se había aparecido una abeja por ahí. Los rescatistas insisten en que tienen un vínculo especial con ellas.
Desde niño, a Ilan le gustaron las abejas y la miel que producen. Algún día, pensó, se dedicaría a obtener su propia miel. Con los años comenzó en la apicultura, primero como un hobby. Ilan hace parte del mundo corporativo. Tiene una empresa dedicada a hacer encuestas de mercadeo y electorales. En 2021 creó una empresa de rescate y reubicación de abejas y avispas. Se llama Apicultores Rescatistas.
Todo se debió a que la apicultura es un gremio informal. No existen muchas empresas constituidas legalmente para contratar sus servicios. Un gran generador de energía del país requería un rescate, e Ilan les dijo que lo esperaran dos meses para constituir la empresa, junto con el apicultor con el que estaba aprendiendo a salvar abejas.
Desde entonces ha rescatado abejas y avispas en teleféricos, techos de casas, postes de la energía, estaciones del transporte público, tapas de alcantarilla. Primero rescata a la reina, y la ubica en un recipiente para que las demás abejas se agrupen a su alrededor. Una vez hecho el rescate se limpia todo y se aplican anti feromonas, para que las abejas que están explorando en busca de comida, cuando regresen, no encuentren el olor de la reina. Así no vuelven a hacer su casa en el lugar donde fueron rescatadas.
Cuando termina, Ilan lleva las abejas al Centro Apícola Laluz, donde las recupera. Es su manera de aportar al cuidado del medio ambiente, a que la humanidad garantice su comida, dice. Su más reciente rescate fue en una estación del MÍO.