Esa palabra tan horrible, que proviene del inglés, se va a requerir en grandes cantidades. Aceptada por el Diccionario de la Real Academia como “la capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adverso” y con un significado un poco más apropiado en el Diccionario de Cambridge: “La capacidad de ser exitoso después de pasar por dificultades o de que algo malo haya ocurrido” es lo que vamos a necesitar después de un año tan complejo.

Una caída sin precedentes de la actividad económica, incrementos en el endeudamiento público, tasas de desempleo en niveles insostenibles con efectos sociales muy preocupantes por el retroceso que se va a producir frente a los avances que se habían logrado en los últimos años. Efectos aún desconocidos en los niños por el encierro y el trauma que les puede producir el aislamiento, reacomodo en la forma de trabajar y de interactuar con efectos positivos en algunos aspectos, como el de la digitalización, pero con perturbaciones en muchos frentes como es el del futuro de las oficinas, de los eventos y espectáculos, etc.

Como si todo lo anterior no fuera suficiente la ola invernal, que no sabemos cuánto va a durar, está haciendo todo tipo de estragos y el cambio climático, que según Trump no existe, ha producido un fenómeno nunca visto y es que una tormenta tropical del tipo de las que ya han conocido en las islas de San Andrés y Providencia se convirtiera en un huracán categoría cinco frente al cual cualquier preparativo resulta insuficiente aquí y en cualquier parte. Por eso resulta tan reprobable la actitud de políticos oportunistas que critican al gobierno por no haber evacuado a todos los habitantes de Providencia ante el riesgo que se anticipaba. Huracanes han pasado muchos, pero nunca de estas características y en el manejo del riesgo lo que se puede es mitigarlo teniendo en cuenta probabilidades de ocurrencia. La magnitud del Iota era imposible de predecir.

Y hasta el desastre de la selección de fútbol que ha contribuido a afectar el ánimo de la gente se suma a muchos otros factores de desasosiego.
Por eso vale la pena aprovechar enseñanzas incluso del fútbol. Yo no soy muy aficionado al tema, pero siempre he admirado a los hinchas que a pesar de las mil derrotas de sus equipos siempre son capaces de reponerse y volver el domingo siguiente a apoyar a su equipo y estar haciendo pronósticos positivos convencidos que su equipo puede superar las dificultades. Ese es el tipo de actitudes que se requieren en estos tiempos. La capacidad de mirar al futuro, de convencerse que los problemas se pueden superar, y como dice la sabiduría popular: ‘Ponerle al mal tiempo buena cara’.

Entre tantos problemas un apoyo especial requiere Providencia, pues el golpe fue monumental. Esa isla maravillosa no requiere anuncios irrealizables sino planes serios y bien estructurados. No olvidemos que la soberanía sobre la isla es ya indiscutible y hay que apoyarla. Mucha resiliencia es la que se va a necesitar en estos tiempos.