Del periodismo me quedó la costumbre de ver todas las candidatas a Mejor Película en los premios Óscar. Y en esa maratón previa a la gran gala, me propongo resaltar (y recomendar) las que merecen mención aparte.
Poor Things, del director griego Yorgos Lanthimos, es una extraordinaria metáfora sobre la construcción de lo femenino, desde la infancia hasta la madurez, desde las más incipientes búsquedas del placer sexual hasta las más políticas y concienzudas.
Creo que el título Poor Things no se refiere a las pobrecitas cosas ni a las pobrecitas criaturas de la casa donde ‘Dios’ realiza experimentos tipo Frankenstein, sino que se refiere irónicamente a los hombres de la película, que ante la fuerza y libertad indómita de una mujer interpretada por Emma Stone intentan, por todos los medios, enjaularla, casarla, adoctrinarla, juzgarla, poseerla y hasta violarla, pero ella no enajena su poder personal hasta tener el experimento entero en sus manos.
Otra película fantástica es La Zona de Interés, sobre el mundo paradisiaco y perfecto (lleno de jardines, flores, mascotas, paseos por el campo y fiestas en la piscina) de una familia alemana cuya cabeza es responsable del exterminio de miles de judíos en el campo de concentración de Auschwitz.
La película no se basa en el mostrar, sino en la sutileza de lo sugerido, que el espectador irá descubriendo con creciente horror.
Una película inspirada en la novela del genial Martin Amis, quien se vale del contraste entre la luz y la sombra para revelarnos las aristas más infames de un buen padre, de una buena madre, de una buena familia que, sin embargo, permiten un Holocausto al otro lado de su patio.
Otra nominada es Anatomía de una caída, película francesa, sobre una muerte y el juicio por descubrir si fue un suicidio o el asesinato de un hombre a manos de su esposa.
Tiene a su favor el suspenso trepidante del juicio, con testigos, abogados, audios sorpresa, pruebas y conjeturas. Cuando nada tiene explicación, ¿qué es real y qué es mentira? La angustia de un mundo donde la verdad es una noción esquiva.
Pero Oppenheimer es favoritísima a llevarse el premio a Mejor Película, y sin duda Cillian Murphy merece la estatuilla a Mejor Actor (solo podría arrebatársela la genial actuación de Bradley Cooper como Leonard Bernstein en la a veces lenta y soporífera, Maestro).
Oppenheimer nos lleva una vez más a la coyuntura de la Segunda Guerra Mundial y el Proyecto Manhattan donde legendarios científicos -en su mayoría judíos- compiten contra el reloj por arrebatarle a Hitler la posibilidad de construir una bomba atómica que cambie el curso de la guerra y la historia misma de la humanidad.
Las complejidades éticas de la ciencia aplicada al campo de batalla son solo una arista de Oppenheimer, una radiografía 360 sobre un tema que no es pasado, sino eternamente presente: hasta cuándo podremos evitar nuestra propia extinción como especie. El tic tac sigue su marcha.
Continuará...