El alto número de casos de violencias basadas en género registrados este año en el país y en el mundo, con una marcada tendencia en niñas y menores de edad, nos deja claro que aún hay mucho por hacer en torno a la prevención y sensibilización de este flagelo, que afecta duramente a la sociedad.

De acuerdo con el más reciente informe de ONU Mujeres, 736 millones de mujeres, casi una de cada tres, han sufrido violencia sexual en el mundo. La Unicef, en tanto, dio a conocer que 370 millones de niñas y mujeres vivas (una de cada ocho) han sufrido violaciones o abusos sexuales antes de los 18 años. En Colombia, tres de cada diez víctimas de delitos sexuales este año han sido menores de 12 años, según estadísticas de la Policía Nacional.

Tragedias como la ocurrida en Candelaria, Valle del Cauca, con la niña Sofía Delgado Zúñiga, cuyo feminicidio conmovió al país, así como las repetidas denuncias de abuso, maltrato, acoso y explotación infantil, en distintos territorios de la geografía nacional, evidencian la vulnerabilidad que persiste en las menores y la urgencia de dinamizar estrategias para mantenerlas a salvo.

Si bien hay innumerables acciones de organizaciones civiles y públicas, así como llamados y voces de alerta, se requiere más pedagogía; que el mensaje llegue adonde no está llegando; que haya un compromiso más vehemente para disminuir delitos que ahora también se expanden en las redes sociales. No en vano, la ONU ha dicho que nunca fue tan fácil para agresores sexuales de niñas y niños ponerse en contacto con sus víctimas, compartir imágenes y animar a otros a cometer delitos.

Frente a retos tan complejos como los que trae el mundo actual, la pedagogía en la prevención de violencias basadas en género en los colegios es fundamental para crear entornos educativos seguros y equitativos. Para ello, es importante sostener programas que tengan el respeto como columna vertebral; programas en los que se aborden los estereotipos de género y se promueva la igualdad, con el fin de desnaturalizar los roles tradicionales, que perpetúan la violencia.

Debemos pensar, también, en una prevención más integral, vista desde un enfoque holístico, tanto en los colegios como en los hogares; que haya una responsabilidad compartida y que se integren las herramientas propias de cada entorno, para fortalecerla. Esta pedagogía debe ser capaz de identificar las causas estructurales de las violencias basadas en género, entender cómo se forjan, cómo se camuflan en las redes sociales, de qué manera se materializan y qué efectos inmediatos producen.

Pero además de educar sobre el problema, se deben proporcionar soluciones; que los NNJA (Niños, Niñas, Jóvenes y Adolescentes) cuenten con la información suficiente que les permita reconocer cuándo están en situaciones de riesgo y sepan cómo actuar; que cuenten con un círculo de protección, una red de apoyo a la que puedan acudir.

La pedagogía orientada hacia la prevención de violencias basadas en género es fundamental para transformar las dinámicas sociales, tanto en el hogar como en el entorno escolar. Es imperativo que nos comprometamos en educar sobre la igualdad, fomentando el respeto mutuo y cultivando una cultura de no violencia, hoy y siempre.

Al hacerlo, no solo empoderamos a nuestros NNJA para que reconozcan y desafíen las injusticias, sino que también contribuimos de manera significativa a la creación de entornos más seguros. Espacios diseñados para proteger, y para brindarles el conocimiento que pueda, incluso, salvarles la vida. Este esfuerzo colectivo es esencial para construir un futuro donde la equidad y el respeto sean la norma, garantizando así que cada individuo pueda desarrollarse plenamente en un ambiente libre de violencia.

* Presidente de la Fundación WWB Colombia