La cristiandad tiene sus estrategias y sus secretos. Estos se van descubriendo poco a poco, así jugando al Inspector Clouseau o a la Pantera Rosa. Ya terminamos mi hija y yo esta experiencia cantábrica. De punta a punta. Muchos kilómetros, muchos paisajes, acantilados y bahías. ‘La otra España’, la verde, la fértil, la de pinos, castaños, colinas y valles sembrados de maíz, hortalizas, como dice la canción setentera: “La España, la que huele a caña y a mar serena”.
La Cantabria de la gaita, de la lluvia, de los faros, de las mareas que golpean con violencia las rocas y se retiran misteriosas.
Pues bien, en A Coruña, capital de Galicia supimos que la heroína, con estatua y Plaza incluida, está dedicada a la panadera María Pita, una mujer de armas tomar, a la que le habían matado ya tres maridos en las contiendas entre españoles y corsarios ingleses. Cuando le mataron al cuarto, harta de ser una viuda eterna, armó una revuelta con espadas y todas las armas posibles y capitaneó la contraofensiva a las huestes de Sir Francis Drake, dando de baja, como se dice ahora, a uno de los capitanes más importantes. Ganó la batalla. No cuenta la historia si se volvió a casar, si se dedicó a visitar las tumbas de sus cuatro amores o a tejer. Su estatua la eternizó con su cabellera suelta, espada en mano desafiante y bella.
En Santiago de Compostela, las cosas son difusas. Muchas leyendas. Esta maravilla de ciudad, declarada patrimonio de la humanidad tuvo comienzos difíciles, empezando por su nombre: Compostela, los más románticos remontan su construcción ‘a campo de las estrellas’, otros más pragmáticos se la adjudican al ‘Composite Tella’ o referencia fúnebre de cementerio milenario. Algunos más alegres adjudican su patronímico al ‘valle de flores’.
Da igual, su belleza arquitectónica barroca en piedra, sus colegiatas, sus callejuelas empinadas y retorcidas y la leyenda de Santiago, la encumbraron a ocupar el número uno en este país.
Santiago, no se sabe si hermano o hermanastro de El Mesías, fue decapitado de meses por Herodes Agripa, por orden del rey de Judea, alguien se encontró su cuerpo en el Océano y lo llevaron a Compostela donde le dieron cristiana sepultura a lo que quedaba de él (no creo que trajeran su cabeza).
Este hecho da origen al Camino de Santiago, que con los años se convierte en símbolo del cristianismo y el peregrinaje de cientos de miles de personas. La Plaza del Obradoiro se convirtió en el kilómetro cero, frente a La Catedral, una de las más imponentes del mundo mundial, con su famoso botafumeiro (incensario), que actualmente el que quiera ponerlo a funcionar tiene que ‘donar’ quinientos euros.
Me siento en una banca de piedra y los veo llegar, cientos, como hormiguero pisado, con sus mochilas, sus bastones, rojos, ampollados, cojos, algunos, pero felices… lo lograron. Y se sientan en el suelo de la plaza felices y a lo mejor repletos de paz interior.
Antes la Patrona de España era Santa Teresa de Ávila, pero con el tiempo le ganó Santiago, el enterrado en la Catedral de Compostela, que ni fue apóstol ni fue santo, fue Santiago, el guerrero que ya muerto recorrió El Camino y dejó huella eterna. Mientras dure este planeta, seguirá existiendo este Camino. Caminante, no hay camino, se hace camino al andar. Y recordemos que al volver la vista atrás “se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar”.