La politología local acuñó el término Petrosantismo, para hablar de la alianza de seguidores del expresidente Juan Manuel Santos y del presidente Gustavo Petro, como fórmula ganadora para las elecciones de 2026. El progresismo así entendido, sumaría una fuerza que según el alelado Gustavo Bolívar sería del cuarenta por ciento de los votos para obligar a una segunda vuelta en la que la coalición ganaría.
Es un escenario bastante verosímil y obvio por la fractura política en Colombia que explica que, tras tres años de la instauración de la doble vuelta, se hayan elegido seis presidentes en catorce rondas y solo Álvaro Uribe Vélez, haya sido elegido en primera vuelta, tanto en 2002 como en 2010. En dos oportunidades hubo mayorías que doblaron o triplicaron al contendor más cercano: cuando en 2010 Uribe le ganó a Carlos Gaviria por cuarenta puntos en primera vuelta, y Juan Manuel Santos en 2014 cuando en segunda aventajó a Antanas Mockus por cuarenta y dos de ventaja.
El acertijo es quién será el candidato progresista en 2026 que una ese cuarenta por ciento del que habla Bolívar al explicar el Petrosantismo. Con los problemas de gestión y estilo del gobierno, dudo que vaya a ser un histórico del Pacto Histórico, es decir gente formada políticamente en Colombia Humana, UP o Polo Democrático. El mismo Pacto tiene que enfrentar el problema de la reducción de su bancada en 2026, por el desgaste natural de un gobierno más locuaz que eficiente y porque no contará con las diez curules fijas de los Comunes que tendrán qué hacer campaña y no creo que saquen más de tres. El riesgo de que la bancada petrista que realmente es de izquierda quede en la mitad no es bajo.
El poder burocrático y presupuestal pueden ser insuficientes para imponer un candidato en unas elecciones en las que los entornos nacional e internacional son tan conflictivos y requieren dotes diplomáticas y capacidades administrativas ausentes en el petrismo.
En cambio oigo voces de sectores progresistas radicales que fueron estratégicos en la elección de 2022, que se abren a la posibilidad, con simpatía inclusive, de converger en un candidato santista. “Ganaremos con Santos, solos no”, dicen. Las elecciones de 2026 no serían de liberales apoyando una candidatura de izquierda, sino de ésta entregada a un sector del Partido Liberal. El viejo sueño de Petro según algunos.
En la misma izquierda recuerdan que Colombia Humana se creó en 2010 dividiendo al Polo Democrático Alternativo cuando Gustavo Petro fue derrotado por Clara López Obregón en la elección por la dirección de ese partido, acusándolo de querer entregar al Polo a Juan Manuel Santos.
Como en la cantera propia del Pacto Histórico no hay un candidato capaz de unir confiablemente a la izquierda que atraiga a un sector de la Alianza Verde, el 40% será suficiente para pasar a primera pero no para ganar. Necesitan a un santista.
El ruido de fondo sugiere que la balanza se inclinaría hacia Roy Barreras por su experiencia administrativa, política, electoral y parlamentaria. No tanto al gelatinoso y obsecuente Luis Gilberto Murillo; pero hasta eso es posible.
Más que Petrosantismo habrá Santipetrismo. La agenda revolucionaria de la izquierda quedará una vez más absorbida por la agenda reformista y contrarreformista del liberalismo colombiano.
Si en 2022 se hablaba de los sapos que tendría qué tragarse la izquierda para ganar las elecciones, el de su propia viabilidad política en 2026 es más grande y verrugoso. Como la coherencia política es un activo menor en las elecciones, están listos a deglutirlo; lo importante es el poder.