¿Qué sorprende, que el Presidente esté hablando de asamblea constituyente? Se sabía. Era su puerta de emergencia. Que haya decidido abrirla sin siquiera cumplir dos años de gobierno, es distinto. Importante pensar con cabeza fría: entender por qué y para qué lo hace, y cómo aspira a proceder. Petro, pese a su delirio no da puntada sin dedal, y por más que parezca improvisar tiene muy claros sus objetivos y cómo va moviendo el ajedrez.
Con periodicidad, cabe preguntarse si las reglas acordadas para vivir en sociedad son las adecuadas y la norma de normas es la Constitución. La del 91, en 33 años, ha tenido decenas de cambios, pero conserva su esencia y lo cierto es que no hay urgencia de una reforma a fondo de esta, por deficiencias que tenga. Además, no es la primera vez que se realiza y plantea, y más de un ciudadano tiene en mente una Carta Política de sus sueños.
Núñez convocó a una constituyente en 1886, Valencia en 1920 y Gómez en 1953. López lo intentó en 1978, pero la Corte se la declaró inconstitucional, y hace cuatro años Uribe propuso una para transformar la justicia. Petro no iba a ser la excepción: a él le talla la democracia, la separación y contrapeso de los poderes públicos, la propiedad privada, la pluralidad de partidos, la libertad de expresión. Le incomoda la Constitución y la Ley.
Ese malestar no es de ahora, pero ha aumentado en la medida en que ve las reformas en el Congreso pasando agua, por su soberbia y torpeza política. Fue él quien hizo trizas la coalición, escogió a dos ministros de salud desastrosos, gestó el clima de rechazo en su contra y pulverizó cualquier posibilidad de acuerdo nacional. Y ahora, con el cuento de la constituyente, da prácticamente por terminado su gobierno y arranca campaña.
¿Por qué y para qué? Él es consciente de su fracaso como gobernante: la inseguridad y el narcotráfico están desbordados, la Paz Total es un fiasco y la economía no despega. Su único objetivo ahora es salvar cara ante el país y la comunidad internacional, y procurar dar continuidad a su régimen. Para eso necesita reconstruir el apoyo popular y eso se hace con una retórica atractiva, inventando enemigos. Le tocó el turno a la Constitución.
Petro sabe del temor que suscita una Constituyente en sus manos y por eso amenaza, aunque a juzgar por su baja popularidad de hoy (que puede cambiar) lo más probable es que la perdería. Razón por la cual no opta por la vía establecida en la Constitución y se inventa un proceso a su medida para crear un hecho político que sea luego avalado: “asambleas” del “constituyente primario”. La voz del pueblo, ordenando. Ese es su plan.
Lo veremos en universidades y encuentros masivos pagados con nuestros impuestos, engañando a grupos sociales para que le ayuden a “escribir la nueva Constitución”. Una plataforma normativa de izquierda radical y ante todo, un discurso, con miras al 2026. Y, no debe descartarse que aliente el caos para abrogarse competencias ajenas; debe estar maquinando cómo burlar el Congreso y a las Cortes en nombre del “constituyente primario”.
Dirán algunos que hasta allá no llega, ojalá tengan razón. Debe recordarse, sin embargo, que no se está frente a un Presidente normal, al que le importa el país, y no es clara cuál sería la respuesta de las fuerzas encargadas de salvaguardar el orden constitucional. En resumen: ha inventado un enemigo -la Constitución oligárquica- para hacer campaña, y si se le da papaya, imponer a la brava sus designios. No es hora de divisiones y de dar alientos a un cambio de Constitución, sino, de cerrar filas para cuidar la que tenemos.