Entre las cosas maravillosas que han ocurrido esta semana, la principal es sentir la mente de Cali muy activa, ver espacios de conferencias llenos, exposiciones concurridas. Es el deseo sincero de saber más. Lo he visto con mis ojos desde que decidí trabajar por la cultura en esta ciudad.
Me dijeron que era caso perdido, quijotesco y mal agradecido, que Cali solo tiene sed de sonidos aturdidores y masas informes en busca de saturaciones fáciles de los sentidos. Siempre me he resistido a esa forma de pensar, porque lo que me consta es que Cali tiene sed de conocimiento, y cuando tiene opciones abundantes la respuesta de los ciudadanos es cálida, enérgica, participativa y alegre.
Quiero contar tres momentos que me llegaron al alma esta semana. Primero: el cineasta Simón González y su documental ‘Choibá, la danza de la yubarta’. Decidió seguir a las ballenas siete años, desde las tibias aguas del Pacífico colombiano hasta las heladas antárticas, y no puede uno dejar de pensar, al ver las extraordinarias escenas, que no tenemos derecho de destruir su ecosistema. Todos entramos y salimos de esta vida con una respiración y una exhalación. Las maestras de la respiración consciente desde hace 40 millones de años son ellas, las ballenas.
Segundo: el fotógrafo Federico Ríos Escobar, quien lleva años registrando el paso de los migrantes por el Tapón del Darién, presentó las imágenes de su trabajo. Duele la tragedia migratoria de cientos de miles de venezolanos empobrecidos, hijos de una economía devastada y un resquebrajamiento de las instituciones democráticas. No solo migran por allí venezolanos, pese a ser el grupo más grande, sino también gente de Afganistán, Haití, Bangladesh, India, y por supuesto Colombia. Cada vez más, Colombia…
Tercero: la embajada de Australia presentó el documental The Knowledge, que muestra cómo el gobierno, los científicos y los agroindustriales, están aprendiendo de los aborígenes australianos las técnicas de protección de la tierra: quemas controladas, prevención de sequías e inundaciones; agricultura que ya ni siquiera es orgánica sino regenerativa, para la preservación de los suelos y la creación de reservas de agua al interior de la tierra, protegidas por una capa de piel vegetal que enfría el planeta.
Imposible no llorar de emoción. Sensibilizarse. Aprender. Amplificar la mirada. Resetear el alma. Pensar en cosas que aportan. Elevar los temas de conversación de ciudad debe ser una meta permanente, de todo el año.
Después de estos días de COP16, viene la Feria Internacional del Libro de Cali, que cada año tiene miles de retos por estar en el espacio público. Esperemos que Feria y alumbrado navideño puedan ser dos formas de luz coexistentes, unas para la mente, otras para los ojos. Pero, todas, luz para Cali.