Quienes creemos en las instituciones, quienes conocemos que Colombia es una nación vieja ya de dos siglos, construida con el esfuerzo acumulado de muchos buenos gobernantes, nos vemos avocados a guardar serenidad frente al alud de sucesos poco aleccionantes que estamos viviendo bajo el gobierno del presidente Petro.
Todo parece indicar que hay suficientes pruebas de graves incumplimientos normativos en la campaña que llevó a Petro y Márquez a los más altos cargos de nuestra democracia. Es preciso entonces obrar con serenidad y dejar que las instituciones electorales y judiciales actúen.
Nada se saca con impulsar sentimientos revanchistas. Contención es el consejo predilecto del líder chino Xi Jinping. Además, la capacidad de generar enredos que tiene Gustavo Petro es ilimitada. Petro tiene sangre costeña y sabe que los barranquilleros difícilmente olvidarán el desastroso manejo de la frustrada escogencia de la sede para los Juegos Panamericanos de 2027.
La intemperancia del Presidente frente a sus críticos aumenta día por día. Petro padece de incapacidad estructural para aceptar equivocaciones y asumir responsabilidades. Un año y medio después de iniciado el actual mandato, el gran culpable de casi todo es el expresidente Iván Duque.
Petro se ha tomado como ofensa personal las actividades de control que por obra de la Constitución poseen la Fiscalía y la Procuraduría. ¿Qué se podía esperar frente a la insólita actitud de declarar desierta una licitación ya adjudicada a la firma experta en pasaportes? Y la Procuraduría deberá continuar sus acciones frente al retador desacato que Petro y el canciller Leyva vienen demostrando en este caso.
¿Qué pretende el Presidente que haga la Fiscalía aparte de investigar la cadena de delitos en que ha incurrido su hijo Nicolás? ¿Por qué Armando Benedetti, hasta ayer un proscrito, es hoy el nuevo embajador ante la FAO? ¿Por qué razón Laura Sarabia sigue mangoneando a los ministros?
Pero no solo es condenable lo que este gobierno expresa y hace, sino también lo que evade y calla. Es protuberante el silencio que Petro ha guardado frente a los atropellos del gobierno de Maduro contra sus opositores en Venezuela. Al presidente Petro no lo conmueve la gran tragedia de nuestros vecinos venezolanos, pero si vibra de emoción con lo que sucede en Oriente Medio.
Ya Colombia debería tener fijada una posición ante el inicuo tráfico de inmigrantes que se produce en nuestra frontera con Panamá. En estos casos callar es tomar partido en contra de los miles de seres humanos que se arriesgan a tan penosa travesía.
No obstante, y como dice el panameño Rubén Blades, “la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida”. En medio de la violencia en que vive sumergido nuestro país, un diputado noruego del Partido Verde resolvió candidatizar a Gustavo Petro Urrego para el Premio Nobel de Paz. Un auténtico chiste verde…
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Posdata: Siempre hay que guardar la serenidad en el análisis. Por ello es preciso rechazar de plano la irresponsable facilidad con la que el presidente argentino Javier Milei lanza acusaciones al aire. Milei acaba de tildar de comunista asesino al presidente Gustavo Petro. La apreciación de que nuestro presidente es comunista pertenece a la libertad de expresión. Pero no se puede acusar a nadie de asesino sin aportar las pruebas.