Muchos interpretaron el más reciente dato del ISE (indicador de seguimiento de la actividad económica) de abril (crecimiento de más del 5%), como motivo para ‘echar voladores’ y celebrar que ahora sí la economía va volando. Se les olvidó el efecto de base estadística (abril de 2023 tuvo el peor desempeño en 2023) y que estamos comparando ‘peras con manzanas’, porque hay efectos de más días no laborales en abril de 2023.
La conclusión es que, si bien van a mejorar las cifras levemente en los próximos meses, la semilla de la desaceleración sigue vigente: La inversión privada tiene el peor dato en décadas, y sin ella lograr un crecimiento significativo será imposible.
Esto último tuvo dos nuevos datos confirmatorios en el curso de la semana. Por un lado, a marzo de 2024 el cierre de empresas en Colombia aumentó en un 31% y en especial los sectores de comida y alojamiento (turismo), salud y empresas artísticas y del entretenimiento (industrias creativas).
Y por el otro lado, la creación de empresas nuevas en ese mismo primer trimestre tuvo la tasa más baja en 4 años (contando incluso el año de pandemia), con afectaciones muy fuertes en departamentos como Huila y Santander y en los sectores industriales, comercio y construcción.
Sin perjuicio de que esto alerta una vez más sobre la urgencia de un plan de reactivación, de la mano del sector empresarial, que aún no conocemos; bien vale la pena reflexionar que esto a mediano y largo plazo necesita ajustes también estructurales.
Arranquemos por un cambio de mentalidad en nuestra sociedad, reivindicando de nuevo el valor de hacer empresa (micro, pequeña, mediana grande), en lugar de seguir ese camino absurdo de la estatización y de atacar el valor del ‘mérito’ de quien emprende, de quien hace empresa, de quien logra resultados, de quien se esfuerza. Nada más injusto e inmoral que desdibujar el ‘mérito’ para terminar en la ‘tiranía de la mediocridad’, según la cual ya no vale el esfuerzo y que es mejor igualar por abajo.
Pero además de lo anterior, es urgente replantear los primeros años de la educación, para que tengan más acento en pensamiento creativo e innovador. Para que desarrollemos mejor el espíritu de curiosidad de los niños, ese que más adelante se traduce en creación de empresas. Y en adición a lo anterior, un llamado de atención y corrección a los maestros cuando en las pruebas Pisa acabamos de obtener uno de los peores desempeños en pensamiento creativo de nuestros niños.
Esto se vuelve sustantivo, porque a pesar de lo anterior, Colombia sigue creciendo exponencialmente en la creación de startups Tech con crecimientos anuales promedio en los últimos 20 años del 1.000%. Colombia sigue siendo una tierra natural de emprendedores creativos e innovadores, que creen en el mérito y en el valor del sector privado.
Por favor no perdamos este activo ni en el corto plazo, ni en el largo plazo. De él dependerá soñar con una nación que sea capaz de crecer más del 4% anual en los próximos años, obvio, eso sí y solo sí, dejamos los discursos estatizantes, de populismo y polarización que tanto fastidio tienen por el sector privado.