Terminó anoche la Feria Internacional del Libro de Cali, que tuvo a Japón como país invitado, y son muchos los libros que nos quedan en la mente y el corazón.

Primero vamos con Laura Hincapié, periodista caleña ganadora del premio de Periodismo Simón Bolívar, Colprensa, Fasecolda, Semana, Alfonso Bonilla Aragón, entre otros.

Comenzó su carrera en el diario El País, donde cubrió judiciales, conflicto armado y víctimas; y se marchó luego a hacer reportajes para televisión en Séptimo Día.

Esta semana regresó a Cali para presentar en la Feria su necesario y esclarecedor libro de investigación periodística, titulado ‘Valentina, muerte y vida’, basado en el feminicidio de la DJ Valentina Trespalacios.

El caso fue ampliamente cubierto por la prensa nacional y, por eso mismo, maltratado el tema, pues Valentina no era la víctima convencional a la que suelen estar acostumbradas las masas.

Se trataba de una víctima joven, soltera, sin hijos, de 21 años, con gran belleza física, que trabajaba en el mundo de la noche como Dj, es decir en el mundo de la música, las fiestas, la rumba pesada.

Además por sus redes sociales presentaba una imagen sensual, una cierta forma de vestir y de maquillarse, muy atractiva.

Y todos estos factores hicieron que buena parte de la opinión, desprovista de empatía, dijera: “Ella se lo buscó”, “por qué no tuvo más cuidado”, “para qué trabajaba en ese medio tan pesado”, entre otras suposiciones tan absurdas como “eso le pasa por perseguir el sueño del novio gringo con plata”.

Terminaron siendo Valentina y su madre, juzgadas en el colombianísimo tribunal de la insensibilidad y el machismo. Aunque el único y verdadero criminal fuese John Poulos, quien -cuenta Laura en la investigación- hizo seguir a Valentina y, por celos, regresó a Colombia con el propósito de asesinarla.

Lo hizo con sus propias manos. Introdujo el cuerpo en una maleta, y lo arrojó a un contenedor de basura. Es decir, para él esta joven colombiana era basura, como basura era su familia, cono basura era Colombia misma, pues durante el juicio se burló de los jueces, del país; se llamó a sí mismo “la estrella” del caso, y se portó como una suerte de celebridad extranjera a quien un país de tercera no puede tocar.

Profundamente dolida por el nivel de insensibilidad y desconocimiento de la gente que disculpaba a Poulos por las razones más ridículas: tener celos, estar “enamorado”, y que en cambio juzgaba a Valentina por su trabajo en la noche o su vida sexual o sentimental, Laura Hincapié se sintió llamada, obligada, a perseguir los detalles de este caso.