María Julia y Yeison López son el símbolo de esa Colombia que suma esfuerzos día a día para vestirse de gloria. Quiénes más que ella, la mamá y él, el medallista, así como el resto de la familia que hemos conocido en imágenes y videos, para explicar lo que significa llorar de felicidad, luego de reponerse a cientos de dificultades, levantarse, jugársela toda y seguir, sin descanso, para alcanzar un sueño. Su historia, como la de Ángel Barajas, Tatiana Rentería y María Leivis López, medallistas en los Juegos Olímpicos de París, nos regocija y reconforta, al saber que todo lo hecho valió la pena.
Pero más allá de esa alegría, de lo que nos produjo en su momento el ver las lágrimas de Yeison, al saber de su triunfo; de la emoción de su mamá, pidiéndole que agradeciera al Inem, recordando la gratitud; más allá de reproducir un instante que se quedará para la historia, de escuchar a su padre, Lucreciano, al entrenador, al hermano, a la novia, a la gente que ha estado en la carrera del chocoano de 25 años, que vive en Cali desde los 13; más allá de los homenajes de esta semana, hay una realidad que subyace y que debería ser más que una nota de prensa, un debate en el Congreso, un trino en redes sociales, una declaración de un entrenador, de una entrenadora: el dinero que se destina al deporte en este país.
Justo esta semana se conoció que el presupuesto para el Ministerio del Deporte en 2025 tendrá un recorte de más de $848.000 millones, al pasar de $1,3 billones a un poco más de $460.000 millones. Increíble, justo después de las críticas que le llovieron al gobierno, por los aportes y logros en los Olímpicos recientes, surge esta información, que por más justificaciones significa un retroceso en la política, que transformó a Coldeportes en Ministerio, en 2019, y que ahora empieza a recortar, sin dolor.
La ministra del Deporte, Luz Cristina López, dijo que esta es una realidad que afecta el presupuesto en general, para atender la crisis fiscal. El congresista del Valle Víctor Salcedo aseguró que los programas que sufren los golpes más duros son el de fomento a la recreación física y el deporte, que necesita cerca de $400.000 millones, y tendrá menos de la mitad, y que la preparación de atletas, que gasta $906.000 millones, tendrá casi la cuarta parte. Jairo Ruiz, entrenador del medallista en gimnasia Ángel Barajas, la tuvo clara, al explicar que este recorte afectará a todos, “porque el deporte es el mejor vehículo para apartar a nuestros niños de los vicios y otros problemas”. Nada más cierto.
Caterine Ibargüen, medallista de oro y plata en salto, lo dijo sin pelos en la lengua “exijo respeto para los atletas. El país no puede contar solo con el talento humano de los deportistas. Recortar el presupuesto no es la solución. El deporte es la herramienta más poderosa para hacer la transformación del país”.
Volviendo a la historia de Yeison y su mamá, es fácil comprender todo lo que hay detrás de una medalla, del triunfo de un equipo. No somos una potencia deportiva, no tenemos recursos para serlo, aunque haya ganas y talento. Hay cientos de deportistas que se entrenan en las escuelas, las ligas, buscando una oportunidad que les permita triunfar y a la vez salir de la pobreza. Y muchas veces, esas historias se truncan, cuando no hay plata para mandarlos a un nacional, para un uniforme, para el transporte. ¿Por qué cuesta tanto entender que lo social, lo deportivo deben ser prioridad en un país donde el talento abunda y faltan las oportunidades?
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