Gracias a las bondades de la naturaleza, Colombia tiene dos océanos, el Atlántico, más conocido por Mar Caribe, y el Pacífico. La Región Pacífica colombiana, conformada por los departamentos de Nariño, Cauca, Valle del Cauca y Chocó, tiene una extensión territorial de 230.301 kilómetros cuadrados con 8.271.586 habitantes.
Aunque las comparaciones son odiosas, conviene anotar que, en territorio y número de habitantes, supera la de varios países centroamericanos, de la Unión Europea, del África y del Asia. A ello debemos agregar la variedad y biodiversidad de su territorio, compuesto por valles, montañas, grandes ríos, bosques y selvas, que la hacen muy diversa étnica y culturalmente. Tenemos la primera población afrodescendiente de Colombia y la segunda en América Latina y una importante población indígena.
A lo anterior se suma la existencia de una significativa red pública y privada de instituciones educativas, culturales, de investigación científica, de pequeñas, medianas y grandes empresas que fácilmente, y sin negar males como la corrupción, la violencia, el narcotráfico, el contrabando y la minería ilegal, hacen que la región del Pacífico colombiano pueda contribuir a un mayor desarrollo económico y social de Colombia.
Es necesario señalar que el Pacífico colombiano no depende, ni gira alrededor de dichas actividades ilegales, antes por el contrario, a pesar de sus negativas consecuencias, es una región en progreso que con un poco más de ayuda del Estado colombiano, de coordinación de sus gobernantes y entidades públicas y privadas se puede convertir en un polo de desarrollo económico, social y cultural en materia de seguridad alimentaria y en punto de apoyo en el proyecto internacional ‘Alianza Pacífico’.
En esa perspectiva, una iniciativa que puede impulsar el Presidente Petro, en coordinación con los gobernadores de los 4 departamentos y los alcaldes de 178 municipios, con la cooperación de la población y de la comunidad internacional, es la de promover la materialización conjunta del Plan Nacional de Desarrollo con los planes de desarrollo departamentales y municipales, bajo la figura de que “todos ponen”.
Eso significa hablar menos y hacer más en favor de tan importante región, cuya frontera territorial con el Pacífico colombiano sobrepasa los 850 kilómetros lineales y en la cual se encuentran ciudades importantes, numerosas playas, bosques, selvas, manglares, islas, islotes y desembocaduras de grandes y pequeños ríos.
Otra de las obras que el Presidente Petro y su equipo de gobierno deberían acometer de manera inmediata, con la colaboración de los gobernadores y alcaldes municipales de esa región, más la participación de los gobernadores de Antioquia, Risaralda, Bolívar y la comunidad internacional, es la conexión del Pacífico con el Atlántico, por el departamento del Chocó, aprovechando al máximo los profundos y navegables ríos San Juan y Atrato, tal como lo soñaron, en 1824, el Libertador Simón Bolívar y nuestros sabios Francisco José de Caldas y Alexander von Humboldt.
Lo peor que le puede pasar tanto al Chocó como al resto de los pueblos de la región del pacífico colombiano es que dicha obra se quede traspapelada entre los numerosos estudios de Planeación Nacional y del Ministerio del Transporte.
Cuando decimos ‘somos Pacífico, somos Colombia’ no lo hacemos por simples sentimientos regionales, sino por realidades palpables que nos llevan muchas veces a olvidarnos que vivimos sobre una mina de oro.