Salvo los trayectos más largos es mucho mejor viajar en tren que en avión, ya que suele demandar menos tiempo, pues las estaciones están adentro de las ciudades y son más funcionales, mientras que los aeropuertos lo están lejos y abarrotados de pasajeros; y además los vagones son mucho más cómodos, amplios y agradables y, sobre todo, se pueden disfrutar los variados paisajes que ofrece el recorrido. Y por supuesto, Greta Thunberg se lo agradecerá.
La vuelta a la manzana en donde está ubicado su hotel (sobre los que también hay sugerencias) de la nueva ciudad a visitar, el que por supuesto debe estar en un lugar central, es lo primero que se debe hacer para enterarse de lo que tiene a mano e ir conociendo el lugar. Encontrará cafeterías a las que pueda ir a desayunar para no tener que hacerlo solo en el hotel, además de restaurantes, almacenes, información turística y cajeros automáticos.
La vuelta a la nueva ciudad que quiere conocer es lo primero que debe hacer en un bus turístico, ojalá en el segundo piso y mapa en mano, e ir identificando los lugares en los que luego, en una segunda vuelta, ya sea consecutiva o después, se bajará para recorrerlos caminando y tomar el siguiente bus, o hacerlo en un bicitaxi, lo que le permitirá visitas posteriores a los más importantes, sobre los que es recomendable haber leído algo; o ‘perderse’ para descubrirlos.
Las comidas y bebidas locales hay que probarlas en cada ciudad, como lo recomendaba Antonio Caballero, ya que forman parte de su cultura, pero hay que comprobar que lo sean de verdad y no improvisadas para turistas, para lo que basta con observar quienes son sus clientes habituales. Además, cada vez encontrará más comidas de otros lugares en todas partes, y si cuenta con suficiente tiempo podrá ir seleccionando sus comidas, bebidas y restaurantes preferidos.
Las visitas a los hitos urbanos o arquitectónicos más reconocidos de cada ciudad son obligatorias para comenzar a conocer una nueva, o transitar de nuevo por una ya visitada para conocerla más y mejor, regresando a sus lugares más entrañables. Pero no basta con admirar sus edificaciones patrimoniales por fuera, sino que hay que entrar y recorrerlas si es posible hacerlo, pues con frecuencia su interés no está apenas afuera, sino primordialmente adentro.
Los museos de las ciudades, en especial en las más grandes, hay que seleccionarlos por su fama y no solo por sus colecciones y exposiciones específicas, y tener en cuenta que en ellos hay pocos lugares para descansar y poder disfrutar de su arquitectura, pues están pensados para que sus visitantes circulen y salgan pronto para que entren más. Y el interés que tienen muchas de sus sedes es usualmente ignorado en las más viejas o visto como arquitectura espectáculo en las nuevas.
Finalmente, si se viaja en compaña de otros, lo que suele ser mejor, es recomendable hablar antes de estas sugerencias para mejorarlas, o agregar otras o eliminar algunas, y que el viaje sea entonces mucho mejor; y ojalá hacerlo comiendo, bebiendo, charlando, mirando o luego fumando un puro. Son unas pocas insinuaciones fundamentales inspiradas en otros viajes, siempre repitiendo al inicio una ciudad, que al regresar sugieren nuevas ideas o reafirman las anteriores.