¿Por qué el desequilibrio externo que comentaba la semana pasada no se ha reducido más con la acelerada devaluación del peso colombiano? ¿Por qué con el precio del dólar alrededor de $4000 las exportaciones siguen disminuyendo? A pesar de la mala fama de los economistas para dar explicaciones, en este caso si tienen algunas respuestas.
La primera es que la devaluación del peso es una ilusión monetaria, es decir, no es real. Si bien desde finales del 2014 el precio del dólar pasó de $ 2350 a más de $ 4000, -es decir una devaluación nominal del 73 %-, al descontar la variación del IPC en el mismo período, se constata que el valor real del dólar se ha mantenido constante. En otras palabras, en Colombia un dólar vale más pesos hoy, pero compra lo mismo que podía comprar hace 10 años.
Alguien podría decir que la comparación con el IPC de Colombia no es relevante, porque también ha habido aumento de precios en los países que compran nuestros productos y en los que son nuestra competencia en los mercados internacionales. Es cierto. Para tomar en cuenta la inflación internacional el Banco de la República ha construido el Índice de la Tasa de Cambio Real competitiva (Itcr) que incluye la inflación de nuestros socios comerciales.
En la misma década el resultado no es muy diferente, pero en los últimos años es peor: después de la pandemia el Itcr ha bajado 15 %, es decir que la competitividad de los productos colombianos ha caído en esa proporción, lo que dificulta el crecimiento de las exportaciones.
Una segunda explicación es el estancamiento del comercio mundial. Para que nuestras exportaciones crezcan, tienen que crecer los compradores en el exterior y la realidad es que después de la recuperación post-pandemia el comercio mundial de mercancías está frenado. En 2023 disminuyó un 5% en términos de valor, a pesar del crecimiento del PIB mundial, que fue de 2,7%.
También son claras las razones del menor volumen de comercio internacional, entre ellas el menor crecimiento de China, que es el gran motor de la economía mundial, las secuelas económicas de la invasión rusa a Ucrania, o la inflación que ha disminuido la capacidad de la compra de los hogares en todo el mundo. En este contexto es difícil que crezcan nuestras exportaciones.
Finalmente, está el factor precio de los hidrocarburos. El año pasado los ingresos de las exportaciones de petróleo se redujeron 17% y los de carbón 25%, para un total de US$ 6250 millones menos, lo que representó el 85% de la disminución del valor total de las exportaciones. Pero esta caída se explica por los menores precios, pues en volumen las ventas de petróleo subieron 4% y las de carbón solo bajaron 1%.
El exministro Ocampo me anotaba que el panorama no era tan malo, porque las exportaciones no tradicionales (NT) si estaban creciendo. Es cierto que, sin contar las ventas de oro y esmeraldas, en lo corrido de este año las NT muestran un incremento del 6,5%, pero el año pasado sí cayeron 1%. El problema es que su volumen no alcanza a compensar lo que se deja de recibir por el petróleo y el carbón: el aumento de este año fue de USD 500 millones, mientras que las ventas de hidrocarburos bajaron USD 1000 millones. Nuestro equilibrio externo sigue dependiendo del petróleo.