En el pasado debate de candidatos presidenciales de los Estados Unidos, se vio el desalentador espectáculo de un presidente agobiado por el peso de los años y confundido hasta en las respuestas más elementales. El tiempo no pasa en vano. Los 81 años de edad de Joe Biden reflejaron el desgaste de un hombre correcto, en cuya vida han sucedido tragedias dolorosas.
La terquedad, sin embargo, ha llevado al presidente Biden a insistir en que no se retira de la carrera por la elección de noviembre próximo. Grave error. En contadas excepciones el Comité Editorial del prestigioso ‘New York Times’ opina en pleno y esta vez lo hizo para sugerirle al Presidente con todo respeto: “Bye, bye, Biden”.
No se ve nada fácil el futuro inmediato de los Estados Unidos. Si la situación personal de Biden es difícil, la situación judicial de Donald Trump continúa siendo muy delicada. Los demócratas parecen decididos a remover al candidato Biden, mientras que por terquedad los republicanos insisten en mantener al dislocado candidato Trump.
También en el Reino Unido acaba de presentarse un patético ejemplo de los nocivos efectos de la terquedad. A un grupo de políticos británicos se les metió en la cabeza que pertenecer a la Comunidad Europea significaba una pérdida de soberanía. Es decir, un prejuicio ideológico. El 23 de junio de 2016 se votó en un referéndum la salida británica de la UE. Ganó el Brexit con el 51,9 % de los votos.
Los resultados de los ocho años transcurridos desde entonces han sido muy complicados para el Reino Unido. La economía empeoró, la migración no se ha detenido, y lo más grave es que la generación de jóvenes se muestra decepcionada porque se les han cerrado las puertas de Europa.
Quienes defendieron con obstinación y terquedad el Brexit fueron políticos conservadores. Por ello se entiende la tremenda reacción del electorado en contra de ellos y la apabullante victoria que acaba de obtener el Partido Laborista en las elecciones del 4 de julio de 2024.
Colombia no se salva de las arremetidas de los tercos. Todo el mundo con conocimiento de causa le ha dicho a este gobierno que una Asamblea Constituyente en estos momentos es como un conejo salido del sombrero de un mago.
Por ello, el reputado comentarista Ralf Dahrendorf ha dicho que “cuando a los políticos se les acaban las ideas, se ponen a hacer o modificar una Constitución”. No existen las condiciones previas que abren camino a una Asamblea Constituyente y esto se le ha dicho una y otra vez al gobierno.
La realidad nacional exige que el gobierno abandone las entelequias y aterrice. La economía no despega, el proyecto de paz total no cuaja, la situación de orden público en varias regiones del país no es tranquilizante. Insistir en ideas espumosas como la convocatoria de una Asamblea Constituyente no es otra cosa que un acto de terquedad.
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Posdata: El balance de los primeros seis meses del desempeño de la gobernadora Dilian Francisca Toro y del alcalde Alejandro Eder es bueno. Se nota el orden en las finanzas, hay proyectos loables y deseos de acertar.
La obtención de la sede de la COP16, el diseño del Área Metropolitana del Suroccidente y la decisión de seguir adelante con el Tren de Cercanías son propósitos que merecen todo nuestro apoyo, porque miran hacia adelante por la senda del progreso regional.