Por: monseñor Luis Fernando Rodríguez Velásquez, arzobispo de Cali
“Dame ánimo para no negar que te conozco cuando se burlen de ti hablando como de un mito y de tus seguidores como de gente alienada. Dame fuerza para no acobardarme cuando me percato de que ser coherente con tu enseñanza puede significar pérdidas y obstáculos en la sociedad. ¡Hazme testigo de tu Evangelio, Señor!” (Tomado de Lectio Divina, evd, vol 13).
El Evangelio de este domingo nos pone de presente cómo no debemos tener miedo a las percusiones, ni a los que matan el cuerpo, y nos invita, además, a tener presente que a quien dé testimonio del Señor Jesús ante los hombres, Él dará testimonio de quien los testimonia ante su Padre del cielo. Nos aproximamos a la solemnidad litúrgica de los santos Pedro y Pablo, el próximo 29 de junio. Para los católicos, es una fiesta muy significativa pues nos pone de presente las excelsas figuras de estos apóstoles, columnas de la Iglesia de ayer y de hoy, testigos valientes del Señor Jesús.
Pedro, constituido por Jesús la piedra sobre la que se habría edificar la Iglesia, y que fiel en el amor, confirmado en tres ocasiones, entregó su vida derramando su sangre en Roma. Sus restos reposan en las grutas de la Basílica de San Pedro, en el Vaticano. Pablo, el apóstol de los gentiles, junto con Pedro nos mostró que la salvación es para todas las personas, de todos los tiempos, de todas las condiciones. Muere también mártir en Roma.
Estos apóstoles logran entender y enseñar el significado de la catolicidad de la Iglesia y la valentía necesaria para ir contra corriente, cuando eran capaces de afirmar que “primero había que obedecer a Dios antes que a los hombres”.
Ambos nos dieron ejemplo de cómo sí es posible perseverar en el anuncio de la Buena Nueva, a pesar de las dificultades y obstáculos que presentan el mundo y algunas manifestaciones de la cultura, la ciencia y las ideologías. Es el llamado a los hombres y mujeres, para que vivamos con coherencia la fe, y no solo la católica, sino la que cada uno tenga en su corazón, partiendo siempre del principio universal del respeto del derecho fundamental de la libertad religiosa, de cultos y de conciencia.
Es el llamado respetuoso que hago en el marco de esta celebración de los Santos Pedro y Pablo, para que, en un Estado como el nuestro, denominado estado laico, se entienda que esta dimensión implica respetar la diferencia. Quien diga no creer en Dios o profese una religión particular, ha de respetar a quien dice creer y hacer parte de la Iglesia Católica o tener una religión distinta. Es el principio fundante de la paz y la fraternidad entre quienes piensen distinto.