El Presidente se está dando un tiro en el pie sacando a esta región de sus prioridades de seguridad. Así de sencillo. Es un error de cálculo político, de estrategia y una decisión contraria a la evidencia.
Dejar por fuera al Valle y a los demás departamentos del Pacífico es ignorar de tajo la zona que concentra los mayores frenos a la paz. Esta es la región más conflictiva del país. No hay muchas amenazas violentas que no existan por acá. Hay exceso de oferta ilegal, tanto de grupos como de delitos: delincuencia común, crimen organizado, pandillas, terroristas, disidencias, extorsión, secuestro, minería, narcotráfico. ¿Nos falta algo? ¿Qué deseo del bajo mundo nos falta cumplir para importar?
No es una novedad que desde Bogotá sean incapaces de ver más abajo de su ombligo. Lo han hecho casi todos los gobiernos sin excepción. El atraso del litoral Pacífico, expresado también a través de la violencia, no es gratuito.
Pero uno no entiende ni la lógica que usa ni los consejos que recibe el presidente que lo lleven a semejante exabrupto. Menos hoy cuando ondea banderas por lo alto de defensa de los olvidados y de la paz. Acá es precisamente donde ambas se deberían izar con mayor urgencia.
La acción estatal desde lo local es necesaria pero insuficiente. Incluso con mandatarios decididos por proteger la vida y luchar contra la ilegalidad. Por eso es tan importante, y urgente, el apoyo desde lo nacional. Especialmente cuando muchas de las decisiones y la chequera más abultada, como en cuestiones de fuerza pública e inversión social, son suyas.
El Pacífico, hoy asfixiado deshonrosamente entre los primeros con más cultivos de coca, masacres y homicidios necesita ayuda. La indignación del discurso político que se preocupa por los muertos, pero no se traduce en ninguna acción no sirve para un pepino.
Y aunque difiero bastante de las teorías que siempre hablan de una olla a presión por explotar, lo cierto es que en esta zona sí abundan las chispas que pueden hacer crecer exponencialmente la llama. Ya lo vivimos con el paro.
Tampoco fue una casualidad que sea precisamente acá donde lo vivimos con mayor intensidad.
Abandonar el Pacífico sin priorizarlo para contener la violencia que crece como espuma en el país tendrá efectos mayúsculos. Dejar sin atención el litoral desde donde despachan, a Cali donde ajustan cuentas, a la frontera sur que parece un bazar turco y a los miles de kilómetros de campo donde las disidencias mandan y crecen es un error craso.
Dejar por fuera a la región que se puede llevar a todos los demás esfuerzos por la borda es incomprensible. No solo desde la óptica técnica para reducir la violencia, sino también desde la coherencia y el futuro político del presidente. Olvidarse del Pacífico, una vez más, refleja la continuidad que tanto han criticado. Olvidarse del Pacífico, además, le saldrá caro al Presidente que tanto habla de paz.