Es nutritiva, segura, ambientalmente amigable. Está lista para su consumo, no hay que prepararla. Y es el mejor alimento para los bebés. Sin embargo, se valora poco la leche materna.

Si hay una sola cosa que el Ministerio de Salud debería hacer contra la malnutrición, que es dramática en Colombia, es apostarle a aumentar el consumo de leche humana en los primeros 6 meses de vida. La Encuesta de Situación Nutricional (Ensin, 2015) reporta que solo 1 de cada 3 bebés (36 %) goza de esta medida.

Las empresas que producen y comercializan las fórmulas infantiles comerciales (mal llamadas leches de tarro), realizan una perversa labor con médicos, clínicas y hospitales. Estos últimos, movidos por las dádivas que reciben, presionan a las familias de los bebés a complementar con este producto ultraprocesado, lo que condena la lactancia a su fin.

Los profesionales deben, desde su ética, hacer esta recomendación únicamente a quienes por temas clínicos no tienen alternativa.

Por otro lado, publicitan sus productos, aunque no deberían hacerlo. Y se han escapado de las medidas impuestas a otros ultraprocesados: el etiquetado, los impuestos y la obligación de advertir sobre los riesgos de su consumo.

El Ministerio debe ajustar las normas a las innovaciones tecnológicas de la industria de las fórmulas infantiles, para integrarlas a las regulaciones y castigar incumplimientos. También es urgente que Colombia acoja plenamente el Código Internacional de Comercialización de Sucedáneos de la Leche Materna.

En el país es heroico amamantar. Las familias enfrentan grandes retos, sin información ni apoyo. Las dinámicas laborales y sociales lo dificultan aún más. Amamantar en el bus o extraerse la leche en un baño público no es fácil ni bien visto.

En general se recomienda: Lactancia humana exclusiva durante los primeros 6 meses. No usar teteros o biberones. En caso necesario, es mejor cuchara o vaso. Desde los 6 meses, complementar con alimentos sólidos reales de forma gradual, como frutas, verduras, cereales, huevo, carnes, y ajustando las porciones y consistencias. Evitar los ultraprocesados ‘baby’. Solo después del primer año, ofrecer leches diferentes a la humana, como la de vaca. No agregar azúcar ni sal a las preparaciones antes de los 2 años de vida.

Cambiemos el discurso. No hay que juzgar a quien no amamanta, sino asegurar que cada familia gestante cuente con información y apoyo para hacerlo.

La fórmula vigente es letal: empresas poderosas ante bebés indefensos y familias angustiadas en proceso de aprendizaje, con un Estado incapaz de priorizar a los más importantes: niñas y niños de primera infancia. Lo malo es que hay mucho por hacer; lo bueno es que sabemos por dónde empezar.

*Directora Ejecutiva - Red PaPaz