En nuestro mundo, cada día más perverso y violento, lo más mínimo de la decencia sería rendirles homenaje a nuestros héroes. Es decir, a aquellos hombres y mujeres valientes, que siguen lucidos y serenos para luchar, solitarios, contra las más poderosas adversidades, enfrentar la barbarie y dispuestos a pagar con su vida por su causa. A ellos va esta columna.
La semana que pasó nos dio varias oportunidades de hacerlo. Empezaré obviamente por el final trágico de la muerte del resistente Alexei Navalny, a los 47 años de edad, en prisión y a manos de las autoridades rusas y de su jefe y dictador Vladímir Putin, señalados como autores evidentes de su muerte.
Todo lo predecía: su envenenamiento previo en el extranjero, su arresto cuando volvió a su Rusia natal para continuar la lucha contra la corrupción y la falta de libertad; por el lugar a donde lo enviaron para cumplir una pena de 19 años en una cárcel perdida, muy lejos de Moscú (una colonia penitenciaria), sometido a un tratamiento severo y degradante, pese a su delicada salud y acusado de absurdos cargos como ‘fraude’, incitación al extremismo, ‘rehabilitación de una ideología nazi’ y otros. Su viuda, Yulia, que ahora quiere seguir su lucha, dijo: “Putin mató a mi esposo, al padre de mis hijos y con ellos quiso matar nuestra esperanza, libertad y futuro”. En estos momentos se investiga los motivos de su muerte, algo que se dificulta por la negativa de las autoridades rusas de entregar el cuerpo del difunto a su familia e incrementando la sospecha de que hay hechos malévolos e irregulares que quieren tapar. Alexei Navalny fue un héroe sacrificado en aras de la libertad, ¡un icono!
También, en esta semana en Francia se llevó a cabo un memorial tardío para honrar a otra personalidad heroica, menos conocida en el mundo y quien, con su esposa y grupo de resistentes, combatió valerosamente al ocupante nazi en territorio francés. Se trata de Missak Manouchian y su esposa Melinee, una pareja de armenios que en los años 20 logró salvarse del genocidio armenio a manos de los turcos, llegó a Francia, como apátridas y también comunistas (cuando no conocíamos los crímenes de Stalin) y con un grupo de resistentes combatió contra los nazis, cayeron presos y fueron fusilados.
El presidente Emmanuel Macron quiso rendirles homenaje al trasladar sus despojos mortuorios al Panteón- aquel mausoleo laico francés que alberga a todos los hombres y mujeres que marcaron la historia del país-. En la fachada del Panteón se lee claramente, incrustado en la pared: “Para los grandes hombres, la patria agradecida”. Durante la solemne y conmovedora ceremonia en honor a Missak y Melinee Manouchian, el presidente Macron recordó que ser francés y bienvenido en Francia no se debe a su origen, a su religión o su nombre, sino a su voluntad. Un mensaje que le viene bien a la generosa Francia de hoy, maltratada por violencias y fanatismos varios.
Finalmente, el tercer héroe honrado en esta semana sería el banquero inglés Nicholas Winton, apodado ‘el Schindler inglés’ por haber salvado a 669 niños judíos en Praga en 1938, justo ante del comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Su hazaña que nadie conocía, ni siquiera su familia más cercana, se descubrió en los años 80, cuando encontraron documentos con fotos, números y estrategias precisas al respecto. En un video memorable que todos vimos, está Nicholas Winton sentado en una sala de conferencia rodeado de gente que al parecer no conocía, pero cuando el conferencista pregunto si alguien conocía a Winton, todos los asistentes se levantaron y aplaudieron: eran los niños que había salvado de la muerte 50 años atrás. Otro héroe felizmente recordado y reconocido en una película titulada ‘Una vida’, dirigida por James Hawes, con Anthony Hopkins en el papel del ilustre personaje. Se estrenará muy pronto.