Esta ha sido una semana triste para millones de colombianos. Una semana de desesperanza y preocupación sobre el futuro de la atención en salud y sobre los riesgos de que esta atención tenga sobre su propia vida. Una semana de impotencia, a las medidas o ausencia de ellas, por parte del gobierno nacional en materia de salud.
No solamente se trata de la decisión de desmonte temporal de la EPS Sura, asunto que afecta a 5 millones de colombianos y más del 60% de la población antioqueña; sino también es la preocupación de los maestros respecto al nuevo modelo de atención en salud que implementó el gobierno a través del Fomag o el hecho de que más de la mitad de los colombianos hoy estén siendo atendidos en salud por el Estado, por la vía de intervenciones discutibles o liquidaciones de las EPS.
Y es triste, porque fueron muchas las veces que las EPS levantaron la mano para pedir apoyo del gobierno, y nunca se les dio respuesta. Hace cerca de 8 meses los gremios, pacientes y EPS, advirtieron de una situación financiera delicada por más siniestralidad, pérdidas acumuladas, descapitalizaciones, inflación, volatilidad de la tasa de cambio y presión tecnológica en la atención en salud. Todo lo anterior derivado de una decisión de un valor de UPC insuficiente y demoras en los pagos de ‘presupuestos máximos’ por parte del gobierno.
Lo dicho, en paralelo con el recuerdo del sarcasmo del gobierno en el denominado ‘Shu, shu, shu’. Un camino que ellos anticipaban iba a ser la quiebra del sistema con la caída de las EPS, una tras otra. Esto entre otras como argumento para presionar una reforma a la salud que nunca se consensuó, ideologizada y que destruía los avances en gestión de riesgos financieros, de salud y operativos del sistema.
Pues se configuró ahora sí una crisis importante, que eleva los temores de pacientes y usuarios del sistema de salud. Frente a esta realidad, lo que sigue es que el gobierno actúe, que deje la indiferencia al presente y futuro del sistema y que nos diga ¿qué va a hacer? Que asuma la responsabilidad de habernos traído a esta crisis y que entienda que ya no sirve la búsqueda de culpables o de espejos retrovisores.
A manera de recomendación, llegó la hora de que el gobierno revise el aumento de la UPC, que diseñe un procedimiento de saneamiento de un déficit de poco más de 9 billones de pesos y que construya consensos con el sector que sabe del tema de salud, sin arrogancia y entendiendo que la salida se construye con ellos.
Gobernar no es un jardín de rosas y obviamente que el sistema necesitaba atención a sus debilidades, pero también gobernar no es dejar de actuar, ni ser indiferente a las necesidades o problemas. Gobernar, es también no destruir sobre lo construido, sino dar pasos hacia adelante con rigor técnico y capacidad de ejecución.
Acudiendo al plan de desarrollo, ¿será que al gobierno genuinamente aún le importa construir una potencia mundial de la vida, o prefiere una potencia mundial de la muerte, de la desesperanza y de serios problemas en la salud?