Un giro del destino hizo que hace algunos años cruzara una puerta para asistir a una reunión de un grupo de Alcohólicos Anónimos (AA). Desde entonces han transcurrido quizás ya 15 años o incluso un poco más, y debo declarar que mi vida nunca más volvió a ser igual.
No tengo problemas con el alcohol (de hecho no consumo licor), las drogas u otro tipo de adicciones, pero AA acudió en mi rescate por cuenta de dos condiciones: el deseo imperioso de tener la experiencia de Dios a través de un programa espiritual (más allá de las religiones) y entender y trabajar en algo que es muy común y es cuando la vida, en ocasiones o la mayor parte del tiempo, se nos vuelve ingobernable.
En mi ignorancia asumía que una reunión de AA era una especie de encuentro de amistad de ‘borrachitos’ que se congregaban para compartir sus penas y obtener consuelo mutuo mientras les resultaba imposible dejar de beber. A cambio, hoy sé que se trata de un programa espiritual en el que se comparten experiencias, fortalezas y esperanzas, que trasforma a las personas y salva vidas.
Alcohólicos Anónimos (AA) es una comunidad de ayuda mutua conformada por alcohólicos en recuperación, de lo que la Organización Mundial de Salud (OMS) ha reconocido como una enfermedad. Fue fundada en 1935 por alguien conocido como Bill W. y por su amigo, el Dr. Bob. La primera comunidad se gestó alrededor de reuniones diarias en Akron, (Ohio) y hoy lleva su mensaje de esperanza a prácticamente todo el mundo.
Por cuenta de esta presencia, hoy millones de personas conocen y disfrutan de lo que significan la paz, la sobriedad y el buen juicio (además de otros dones y atributos) y han podido dejar de beber. El programa funciona, justo allí en donde otros enfoques médicos o terapéuticos no logran éxito.
Hay una rica literatura que alimenta este programa espiritual que además del alcoholismo ha servido para la recuperación de otro tipo de adicciones como la drogadicción, la ludopatía, entre otros. Los fundamentos están consignados en las llamadas doce tradiciones y doce pasos, el primero de los cuales reza: “Admitimos que éramos impotentes ante el alcohol y que nuestras vidas se habían vuelto ingobernables”.
El alcoholismo destruye vidas, carreras, hogares y se atraviesa en el mejor de los proyectos. Sus efectos enormemente dañinos no reparan en condición de edad, sexo, profesión, religión o posición social o política y a menos que se haga algo se convierte en una enfermedad rápidamente progresiva y hasta letal.
He recibido el enorme beneficio de conocer a AA. Me ayuda diariamente (“solo por hoy”) a ser mejor ser humano y a tener cercanía con un poder superior, como yo lo concibo. Siempre está presente el deseo de compartir con otros este camino de superación y crecimiento espiritual. Este momento se conoce como el Paso 12 que dice: “Habiendo obtenido un despertar espiritual como resultado de estos pasos, tratamos de llevar este mensaje a otros alcohólicos y de practicar estos principios en todos nuestros asuntos”.
El alcoholismo y las adicciones están muy cerca de cada uno de nosotros, de familiares, amigos o conocidos, y hacen que la vida sea muy dolorosa y desalentadora. El alcoholismo se supera con un compromiso personal y el apoyo de otros (incluyendo su solidaridad, comprensión y amor), así que no caben ni los señalamientos, ni las burlas, ni las estigmatizaciones. Es un drama humano que puede tocar las puertas de todos, desde el más humilde ser humano hasta el líder de una nación.