En encuentros que he tenido con algunos de mis clientes y con diferentes amigos, me han preguntado en varias oportunidades si las elecciones regionales iban a ser un plebiscito para el presidente Petro. Lo cierto es que, como todo en la vida, puede haber varias respuestas a la misma pregunta.
Las elecciones regionales históricamente han respondido a dinámicas propias, donde se presentan competencias entre facciones políticas regionales que no necesariamente responden a sus posiciones nacionales, razón por la cual encontramos alianzas entre actores que pueden tener intereses o posiciones contrarias en el escenario nacional, o competencia entre actores que comparten posiciones a nivel nacional.
En este caso es difícil afirmar que los resultados del pasado domingo se puedan ver como un castigo a los partidos que conforman la coalición del gobierno Petro. Si bien es cierto que perdieron en las ciudades donde gobernaban proyectos políticos aliados suyos, como es el caso de Medellín, Cali o Cartagena, este escenario podría interpretarse más como un voto de castigo a los malos resultados que llenaron a sus ciudadanos a la indignación, a la sensación de abandono y desesperanza. La disputa en estas capitales no era ideológica, era un clamor de la gente por recuperar el rumbo de su ciudad, más que una posición del ciudadano frente al gobierno nacional.
Sin embargo, el caso particular de Bogotá sí podría tener una lectura de rechazo al partido político del Presidente de la República, toda vez que es la única ciudad o elección que tenía como candidato a una de las figuras principales de este movimiento político y quien ha sido un fuerte defensor de las causas del gobierno Petro. La derrota de Bolívar, que no fue cualquiera, pues perdió en primera vuelta y quedó de tercero, sí representa un golpe político para el presidente.
Algunos podrían afirmar que el Pacto sería el perdedor de la jornada al no haber logrado hacerse con un número significativo de gobernaciones y alcaldías; sin embargo, es importante considerar que este partido, de carácter personalista, que cuenta con un único líder y algunas figuras nacionales, no ha tenido un proceso de construcción regional de bases. Este panorama es similar al que vivió el Centro Democrático, partido que llegó a ser la primera fuerza política del país, pero le ha sido esquivo el poder regional.
Por esta razón, sería mejor realizar la medición sobre el apoyo que aún mantiene el presidente en los resultados en concejos y asambleas departamentales, que bajo la modalidad de listas cerradas buscaron obtener un número importante de escaños. Lo cierto es que aquí tampoco lograron lo esperado. Donde sí les fue bien fue en la elección de ediles, donde se quedaron con la mayoría de ellos a nivel nacional, permitiéndole la construcción de bases regionales.
Dicho todo lo anterior, sí creo que el presidente debe estar muy preocupado, pues ya no tendrá aliados en las principales capitales del país; solo logró poner unos cuantos alcaldes y un par de gobernadores, tampoco le fue bien con el número de concejales y diputados.
Tal vez la elección no haya sido un plebiscito, pero el mensaje de descontento generalizado ya no solo está en las encuestas de favorabilidad que circulan mes a mes, también está en las urnas, donde claramente al presidente no le fue bien y encajona un golpe muy duro.