Las noticias que llegan del exterior parecieran de una película de ficción apocalíptica. En Valencia, se lee en un cable de la agencia AFP, los termómetros subieron hasta 47 esta semana, “una temperatura récord para esta localidad del litoral mediterráneo de España”.

Irak, el país más expuesto a los efectos del calentamiento global por su posición geográfica, alcanzó temperaturas que hacen que la vida humana no sea viable: 51 °C. Sucedió este lunes. En Portugal, un millar de bomberos apoyados por aviones intentan apagar un incendio forestal en Odemira, cerca de la región turística del Algarve, donde arden 10.000 hectáreas de bosque.

La conflagración fue causada por las altas temperaturas, algo que también se investiga en Hawái, donde acaba de ocurrir el que se considera el incendio forestal más mortífero en la historia de Estados Unidos. En la isla Maui las llamas tomaron por sorpresa a sus habitantes y la cifra de muertos supera los 100.

Aquello coincide con lo que advierten los científicos y es que el calentamiento global aumentará la posibilidad de que se presenten incendios forestales por ignición espontánea. Julio de 2023 batió un récord en ese sentido; es el mes más caluroso registrado en la Tierra, según las mediciones realizadas por el observatorio europeo Copernicus.

No hay que ir tan lejos. Las altas temperaturas de Cali hacen que hoy sus habitantes vivan con ventilador a la mano o el aire acondicionado encendido, mientras la factura de servicios públicos aumenta de precio. Hay días en los que el termómetro local ha alcanzado 35 grados, en parte por la temporada seca entre julio y agosto, y también por la cercanía del Fenómeno de El Niño.

En otras ciudades del país las temperaturas han superado promedios históricos, como en Santa Marta, donde se han registrado calores sin precedentes de 38 °C, al igual que Riohacha.

El clima le está hablando al mundo y es hora de prestarle atención. En días de crisis económicas, guerras, pandemias, el calentamiento global pareciera ser un asunto secundario en las agendas de los tomadores de decisiones, cuando debería ser la prioridad para garantizar el futuro del planeta.

Lo que los científicos calculan es que, por fortuna, se pueden mitigar los efectos del calentamiento global si se logra una meta para la que se tiene que trabajar en colectivo, desde los gobiernos de grandes potencias hasta los países en vía de desarrollo y sus comunidades: limitar el calentamiento global a 1,5 °C. El mundo ya está 1 °C más caliente de lo que estaba entre 1850 y 1900, la era preindustrial, se lee en un informe de WWF.

Para evitar ese medio grado más se requiere limitar la emisión de carbono para el 2040 y conservar e invertir en los bosques. En ese sentido, Colombia, Brasil y en general Latinoamérica tienen un papel clave que es cuidar el Amazonas de la deforestación. Es una selva que almacena el equivalente a cinco años de las emisiones de carbono que causan los humanos.

Si se limita la emisión de carbono, y la Tierra no aumenta ese medio grado de temperatura, se evita lo que los expertos en clima y la Inteligencia Artificial pronostican: un mundo de inundaciones a causa del aumento del nivel del mar por el deshielo de los polos y glaciares, olas de calor cada vez más intensas, más escasez de alimentos, incendios, especies desaparecidas, un planeta donde la vida humana tal vez sea historia.