Son repudiables, por decir lo menos, esos discursos del señor Gustavo Petro. Pero es lo único que hace, porque está en plena campaña electoral, que ha emprendido usando los dineros del Estado, en proselitismo y compra de conciencias.

Así se lo ha visto y probado cuando sobornaron aún a los propios presidentes de la Cámara y el Senado, tal como se comprueba con las confesiones de Olmedo López y Sneyder Pinilla, en relación, tan solo, con los robos de la Ungrd. Todo se planeó en la Casa de Nariño y con la presencia y participación muy activa del ministro Ricardo Bonilla. Vergonzoso, pero probado. Por supuesto, todos estos pasos corruptos no serían posibles sin el conocimiento del jefe Petro. He allí toda una corrupción demostrada, a la que se suman los carrotanques de la Guajira.

Ese es Petro, el agresivo y engreído, elevado sobre su propia futilidad y con el garbo de cualquier vendedor de específicos. Deja de ser el Presidente de la República para convertirse en el agresor de la tribuna, tratando de revivir épocas superadas en el pasado, como la esclavitud. Piensa él que ese tema deja odio y el odio sigue siendo un motor excelente para sus aspiraciones madurezcas, orteguistas o castristas. Él dice que no aspira a reelección, pero todo gira en ese propósito. Él dice que lucha por la honestidad, pero revientan los escándalos del hijo y del señor Benedetti –”Si cuento lo de las participaciones, todos nos vamos presos incluido Petro”- Y para evitar ese suceso lo nombra en una embajada embolatada en la niebla.

Cuánta falsedad, cuánta corrupción y cuánta suciedad. Se cree con el derecho de insultar a las mujeres periodistas y lo hace con iracundia y grosería. Irrespeta al presidente de la Corte Suprema porque es negro. Los negros -sostiene- no pueden ser conservadores. O sea que en el fondo, a pesar de la señora Francia, odia a los negros. Pero ama los zapatos ferragamo de mil quinientos dólares; y los relojes del último grito. Y así, siguiendo la moda, se pone un bluejean medio roto, con camisas que se cambia varias veces al día.

Ama ir a París y a Roma y se siente en el mismo nivel que el rey de España, cuando pisa esa tierra. Es el presidente que más ha viajado con costosas comitivas de vivisabrosos, como lo hace igualmente, aunque en menor escala, su esposa Verónica, la del mordisquito que podría haber sido mejor con una marihuanita. Y el gasto aumenta y se agiganta, provocando escasez y carestía, que ahora quiere suplir con una nueva reforma tributaria.

El artículo 188 de la Carta dice: “El Presidente de la República simboliza la unidad nacional y al jurar el cumplimiento de la Constitución y de las leyes, se obliga a garantizar los derechos y libertades de todos los colombianos.” O sea que el presidente no lo es solo de un grupo político, sino de todos, sin andar buscando pleitos e insultando, como diariamente hace este inefable señor petrusco.

Violó la Carta excediendo con creces los aportes -de malos orígenes además- a la campaña. Testigos y documentos por doquier, entre ellos su propio hijo. Y es conforme a la Constitución -Art. 267- que la competencia para decidir esos asuntos corresponde exclusivamente al Consejo Nacional Electoral. Y por supuesto, este ha descubierto el hecho.

Ese, pues, no es un intento de golpe de Estado, como lo sostiene con arrogancia el señor Petro. Hace parte del rol de las competencias, como lo ha reconocido el Consejo de Estado y aun la Corte Constitucional. Más él se victimiza y acude a argumentos baladíes, en el intento de hacer creer que es intocable.

Sí, todo discurre entre abuso tras abuso y amenazas. Pero las grandes mayorías no habrán de permitir hacia el futuro todos esos desmanes. Porque es la democracia la que impera, con el voto libre en el 26 por la libertad y la justicia.