Era de esperarse distintas apreciaciones de la reunión del presidente Petro con algunos de los empresarios más importantes. Hay quienes la leyeron de manera constructiva, como un intento suyo por tender puentes luego de un año de insultos y descalificativos hacia el sector privado y propietarios con nombre propio, y quienes la registraron con el escepticismo de una foto polaroid que tan pronto se toma empieza a perder el color.
Debe resaltarse la caballerosidad de quienes aceptaron la invitación. Se hubiese entendido que la declinaran por más de que la convidase el Presidente de la República, pues nadie tiene por qué tomarse un tinto, como si nada con quien no ha hecho más que insultar, maltratar y denigrar del trabajo de un sector que genera riqueza y empleo, y menos a sabiendas de que lo más probable es que del encuentro no salga nada concreto.
El presidente Petro puso sobre la mesa temas estructurales sobre los cuales era difícil que los empresarios estuvieran en desacuerdo: desarrollo productivo, educación pertinente, economía popular e inclusión territorial. No abordó, adrede, los que más preocupan al país y a los invitados; estos, seguramente para no tensar el ambiente, hicieron lo propio. Tiendo a creer que se perdió una oportunidad de cantarle la tabla al presidente, con pundonor.
Si el país estuviese bien, los temas tratados tendrían mayor sentido. Pero la economía va mal y quieren hacer trizas la regla fiscal, los secuestros y las masacres están disparados y las Fuerzas Armadas están prácticamente anuladas, la salud sometida a una asfixia financiera que empieza a impactar a la gente, y las relaciones exteriores pasan por una crisis sin parangón en las últimas décadas. Asuntos estos, entre otros, de primer orden.
Qué decir de los proyectos de ley de iniciativa gubernamental y que tienen en ascuas al país y que el presidente Petro insiste en imponer en el Congreso, comprando conciencias, mientras les sonríe a los empresarios. ¿Será que la reforma a la salud, la laboral, la pensional y la que se cuece en materia de servicios públicos no tienen que ver con el desarrollo productivo, la pertinencia educativa, la economía popular y la inclusión territorial?
A lo anterior se suma la estocada a los gremios. Aunque se diga lo contrario, la reunión de Petro con un grupo selecto de empresarios graduándolos de nuevos interlocutores, manda a los gremios a la banca con el agravante de que quienes fueron a Cartagena -como lo dijo el presidente de Fenalco- siendo muy importantes, no representan a todos los sectores económicos ni a todos los empresarios.
Dirán algunos que los gremios están comiendo de su cocinado, argumentando que no han estado a la altura de la amenaza socialista. El Gobierno logró neutralizar a algunos y dividir al Consejo Gremial, restando fuerza a la representación institucional del sector privado, pero muchos conservan sus principios y coherencia independiente de agradar al monarca, pese a la preocupación entendible de sus afiliados a la retaliation.
El tiempo dirá si la foto conservará los colores. Ojalá, pues significaría que el Gobierno por fin entendió que el sector privado no es el enemigo, sino el motor del desarrollo. De ser así, se esperaría que no continúe discriminando entre empresarios y regiones, que se aborden los temas críticos y se haga un alto en los proyectos de ley mientras se logran acuerdos con el sector privado. Y que los empresarios, sin perjuicio de volver a la Casa de Huéspedes, le planten al presidente que el diálogo con ellos pasa por los gremios.