El ‘Tucumano’ José Luis Cruz me dice que no quiere hablar del pasado, sino del presente y del futuro. El pasado ya se ha contado, continúa. Ese que indica que fue uno de los jugadores idolatrados del América, donde fue goleador. También jugó en Santa Fe. Y en su país, en River Plate, es propietario de un récord: marcar uno de los goles más rápidos de la Copa Libertadores.

Es martes, y nos encontramos en una librería del Oeste de Cali, donde ‘Tucumano’ – él nació en Tucumán, Argentina – completa media vida. A la ciudad llegó en 1971. Cuando se retiró del fútbol, en 1976, lo contrató el colegio Jefferson como profesor. Después se fue a su país a estudiar educación física, y a su regreso lo contrató el jardín Tía Nora y el Colegio Bolívar, donde, tras 27 años, terminó como director del departamento de educación física.

En Cali también completa 50 años de matrimonio con una caleña, Esperanza Castro, con quien tiene tres hijos, cinco nietos. En Balocco, el restaurante que tanto frecuentaba y que acaba de anunciar su cierre, hay un cuadro con una foto suya.

“Hoy estoy aplicando esa experiencia que he tenido en el fútbol tanto en mi vida como en la de las otras personas. Es una experiencia que tiene un conocimiento académico: la neurociencia aplicada al alto rendimiento deportivo, pero también a la vida en general. Es algo que he venido estudiando. Quiero convertirme en un medio para multiplicar ese conocimiento, no solo en los equipos, sino en las empresas y en la gente. Presión hay en todo lado y hay que tener recursos para manejarla”, dice ‘Tucumano’.

Fue en Santa Fe cuando comenzó a estudiar el cerebro, y cómo potenciarlo para mejorar la toma de decisiones en medio de la presión de un estadio en contra y defensas rivales agresivos. Junto a otros jugadores, tomó un curso que se llamaba Dinámica Mental. Hoy el nombre es ‘neurociencia’.

Hay múltiples inteligencias. Por eso me molesta cuando se descalifica al jugador como ‘bruto’. Ningún jugador es bruto. Tiene una inteligencia diferente que le permite hacer cosas en una cancha que la mayoría no puede hacer”,

En sus estudios de la mente descubrió el poder del descanso. No solo para el jugador, sino para cualquier persona: descansar es imprescindible para tomar buenas decisiones. Y recrearse mientras se aprende. Cuando un equipo descansa, y se recrea en una cancha, los atletas están felices. “Es un conjunto de actividades recreativas que tienen una connotación tremenda para que ese jugador, cuando llegue a la cancha, sienta que tiene un amigo a su lado. La recreación colectiva establece lazos. Lo mismo pasa en otros aspectos de la vida, y en las empresas”.

‘Tucumano’ vuelve a recordar aquel curso que tomó en Santa Fe. El profesor le pidió hacer un ejercicio en la noche previa a un partido contra Caldas. Le dijo que se relajara antes de dormir y que visualizara una imagen que quisiera que ocurriera en el partido, y lo disfrutara. ‘Tucumano’ visualizó dos goles. Uno de cabeza; otro con el pie; jamás tiró un penal. Y sucedió. Fue así como se hizo goleador: imaginando los goles.

Era algo que ya hacía desde niño. En Tucumán no había televisor. Entonces él se imaginaba los partidos. Por eso se le hizo natural cuando estuvo en un estadio lleno. Ya lo había interiorizado. La tribuna jamás lo asustó. Ni siquiera la de Boca.

“La familia es importante para revertir la presión, no solo en el fútbol. La presión siempre ha existido. Primero hay que empezar a creer en vos, y para lograrlo hay que darle trabajo a la mente. ¿Cómo? En el momento que más trabaja la mente es en el sueño. Es un momento clave para brindarle estímulos positivos y sacarse el celular, dejarlo afuera. Si aprendo a relajarme, y aprendo a recordar cosas positivas, eso es científico, duermo y disfruto, por más presión que tenga. La mente lo recibe, y lo toma como si hubiese sucedido, y lo memoriza”.

‘Tucumano’ continúa: “Por eso, para superar una mala racha, lo que yo hacía era bloquear todo mal pensamiento: ya va a salir, me decía. Me daba estímulos: soy bueno, seguro que la voy a meter. Hasta que lograba romper esa mala racha. Pero no es solo diciéndolo. Se necesita concentración. Y la creencia de que es así, la certeza. El estrés es lo que no debe estar nunca en el cerebro del jugador. Lo que genera estrés es la falta de confianza y encima tenés a la tribuna en contra. Pero cuando te enfrenta la tribuna, eso debe verse como un desafío. El desafío es importante cuando se está en mala racha: te impulsa a superarla. Pero hay que hacer un trabajo previo. Por ejemplo, mientras caminás, pensá en el fútbol. Visualizá las jugadas que querés hacer, los goles. Igual en los otros aspectos de la vida”.