Desde hace ya mucho tiempo, si mal no recuerdo comenzando la década de los 90, luego de la promulgación de la Constitución de 1991, se gestó en Colombia un gran movimiento nacional de distintas expresiones de la sociedad civil que se propuso un trabajo articulado para la construcción de paz en Colombia.
Eran tiempos complejos en los que se celebraba la promulgación de una nueva Carta Política que fue considerada en ese entonces como un ‘Tratado de Paz’, siendo que en esa crucial coyuntura política se firmaron acuerdos de paz, primero con el M19 y luego con grupos como el Epl, el Quintín Lame y otros que participaron activamente, ya desarmados, en el proceso constituyente.
Pero ya se advertía para el futuro cercano un nuevo período del conflicto armado interno, siendo que de dichos procesos de paz no participaron ni las Farc, ni el Eln. Y justo el día en que fue sancionada la nueva Constitución por el entonces presidente César Gaviria Trujillo, este declaró el inicio de lo que dio en llamar “La guerra Integral”, que comenzó con un ataque aéreo a ‘Casa Verde’, campamento y sede del Secretariado de las Farc, ubicado en los llanos orientales.
Aunque la de aquellos tiempos fue una paz pactada de gran significación, no dejó de ser una paz incompleta, que pasaría posteriormente una cuenta de cobro muy alta en términos de violencia, muerte y destrucción, lo cual confirma nuestra incapacidad histórica como nación para poder cerrar adecuadamente este largo período del conflicto armado.
Animados, entre otros, por la Iglesia Católica, se crearon Mesas de Paz locales y regionales de las que surgió luego una expresión nacional, junto a muchos otros actores, que fue conocida como Redepaz (Red Nacional de Iniciativas por la Paz y contra la Guerra). Yo recuerdo perfectamente aquellas primeras reuniones en la sede de Pastoral Social en el barrio Miraflores de Cali y el acto fundacional que tuvo lugar en Yanaconas.
Con el tiempo, este movimiento de paz creció alentando un fuerte activismo por la paz a lo largo de la Semana Nacional por la Paz que se instituyó en la segunda semana de septiembre de cada año (mediando siempre el 9 de septiembre Día Nacional de los DD. HH., en homenaje a San Pedro Claver) y una agenda de incidencia que materializó, por ejemplo, junto a Unicef y País Libre, el Mandato Ciudadano por la Paz, la Vida y la Libertad que el 26 de octubre de 1997 obtuvo en las urnas 10 millones de votos que fueron el hecho político ciudadano que precipitó la decisión de Andrés Pastrana, ya como Presidente de la República, de iniciar una negociación de paz con las Farc.
Colombia sigue en la búsqueda del fin del conflicto, no obstante la importancia del Acuerdo de Paz firmado con las Farc en 2016. Pero las características de la violencia hacen de esta aspiración un enorme desafío que requiere otorgar un lugar privilegiado a la sociedad civil, a la construcción de la paz desde los territorios y a transformaciones democráticas para quitarle ‘razones’ a la guerra.
Y no hay manera distinta que uniendo diversas voluntades, de la academia, las Iglesias, las comunidades, las organizaciones sociales, las instituciones de gobierno y muchos otros actores que resultan decisivos para encontrar el camino de una paz realmente posible, sustentable y duradera.
En medio de las desazones e incertidumbres de los tiempos actuales, la Semana por la Paz de 2024 (que para el caso del Valle del Cauca será una jornada de todo un mes), es una invitación para unir voces para poder construir país.