Cuando un periodista tiene al frente a alguien poderoso y no le pregunta lo que toca es porque cree que el entrevistado no es capaz de contestar o porque el periodista no es capaz de preguntar, palidece el oficio.
La función general del periodismo es ser contrapoder. Cuestionar. Lo demás, son relaciones públicas. El periodista interroga. El interlocutor explica. O no. Y se enreda. O no. Ese intercambio define una de las más poderosas herramientas del periodismo: la entrevista. Y la prensa -no olvidar, por favor- es un medidor fundamental de la calidad de las democracias.
Los lugares donde los periodistas no pueden preguntar ni informar, porque son perseguidos o censurados, son lugares en los que las libertades están disipadas y la democracia tambalea. Por ejemplo: Venezuela. El año pasado estuve en ese país reportando la dolorosa situación que viven sus habitantes y me ‘colé’ en una marcha chavista para poder contar cómo funciona esa maquinaria de intercambio de presencia por alimentación. Tristísimo.
En su momento reporté lo que vi: un país desmoronado en el que a los periodistas no les dejan hacer su trabajo. Todavía me asusto recordando mi odisea para entrar a Caracas, para meterme en la marcha, para esquivar el miedo, y jamás olvidaré cómo cuando el avión por fin despegó rumbo a Bogotá se me escurrieron las lágrimas del alivio y del dolor tras haber visto destruido a un pueblo tan cercano.
La sociedad ideal es aquella en la que cada uno hace lo que le corresponde: los médicos atienden enfermos, los jueces juzgan, los periodistas preguntan. Así se preserva cierto equilibrio social y democrático, que es básicamente que usted y yo y todos los demás podamos convivir, no importa si pensamos distinto.
Soy periodista, no juez ni médico. Por eso pregunto. Porque, además, no hacerlo bien sería tratar como incapaces a mis interlocutores. Preguntar, cuestionar, pedir explicaciones y permitir que las den, escucharnos y respetarnos es esencial para convivir como seres humanos.
Lo contrario se parece a la anarquía o a la dictadura. Nadie quiere vivir en ninguna de las dos. El periodismo, no lo olviden, se escribe con P de pregunta. Lo demás es otra cosa, obsecuencia, queridura, temor, un whisky ‘on the record’.
El irrespeto es tratar al otro como si fuera incapaz. Y hacer memes y mensajes mentirosos para tildarlo a uno de lo que no es, es infame, peligroso y no contribuye en nada al bienestar de una sociedad que necesita sobre todo escucharse. Y cuestionarse.
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