Acabo de leer una noticia en The Guardian, periódico londinense, en la que el Primer Ministro afirma que los ciudadanos del Reino Unido deben empezar a comprar y almacenar alimentos en lata y cosas no perecederas en bodegas o sótanos, por si llega la guerra nuclear, una epidemia o una catástrofe climática. Desde ya…
Recuerdo en 1999, víspera del temido cambio de siglo, cuando sucedió lo mismo. Gobiernos, sectas, anunciando el Apocalipsis y el fin del mundo. Todos los supermercados norteamericanos vaciados, colas larguísimas, peleas a muerte por botellones de agua, conservas, velas, papel higiénico, jabones, pañales, algunos construyendo búnkeres debajo de tierra para sobrevivir. Pánico total.
No existe mejor negocio que vender miedo. Asustar al ciudadano, al campesino, anunciar escasez de algo para que suban los precios. Amenazar. Lo que en términos coloquiales se llama ‘moverle el piso a la gente’ y sacarlo de su zona de confort.
Desde la infancia, para que los niños se coman la sopa o la coliflor se les amenaza con el coco, los gitanos, el fantasma; ante estos pavores infantiles los pequeños obedecen sin chistar (algunos de esos miedos se quedan pegados de por vida y nos siguen torturando hasta la muerte). Mis papás lograron contagiarme de miedo al avión y el terror no se quita. La víspera de montarme en un aparato de esos me empieza la taquicardia y cuando cruzo el pasadizo para ingresar en la cabina, me despido de la vida, sudo frío, cierro los ojos, no hablo, no como, no voy al baño y me tomo un somnífero si es un vuelo largo.
Con los países y los políticos sucede lo mismo. Crear pánico económico, permitir a conciencia la inseguridad, inventar guerras como aquella época infame que se quedó en la total impunidad cuando Bush, Blair y Aznar le declararon la guerra a Irak por ‘tener armas de destrucción masiva’ que resultó ser una farsa y sigue hasta la fecha cosechando muertos.
Las sectas fundamentalistas que producen suicidios masivos. Religiones que proclaman el fuego eterno ante la desobediencia de sus leyes.
Someter al ser humano a través del miedo, para manejarlo a su antojo. Para que sigan sin chistar, como ovejas al matadero. Stalin, Hitler, Mussolini, Videla, Pinochet, Ortega, Fidel, Franco. No importa la ideología fascista o comunista, de izquierdas o derechas, da igual. Es el miedo lo que impera y el que no se someta, pues paga sus consecuencias.
El miedo es el causante de la rabia, y la rabia de la violencia. El miedo mata la libertad de decidir y despierta los instintos más primarios. Las reacciones más inesperadas e irracionales.
Este gobierno actual vende miedo, es una de sus estrategias maquiavélicas y soterradas, y la que más réditos le produce. Propiciar la polarización, arremeter contra los empresarios, hacerse el sordo ante los ataques de los alzados en armas, debilitar las instituciones, desacreditar logros. No hay que ser Sherlock Holmes ni la Pantera Rosa para saber qué se está cocinando en el fondo de la olla.
Y si no reaccionamos a tiempo y nos unimos, después no podremos llorar sobre la ‘leche derramada’, que no será propiamente leche. Como afirmo Mauricio Cárdenas Santamaría, en su columna de mayo 25 en El Tiempo, “más país que Gobierno. La idea es que este gobierno no puede seguir siendo el tema de todas nuestras conversaciones y titulares de prensa, que distraen la atención y nos hacen perder ‘nuestro centro de gravedad’. Tenemos que coger distancia, silenciar tanto ruido mediático y unirnos para evitar una recesión económica, que es lo que busca Petro a como dé lugar.
No permitamos que nos quiten la brújula, que nos invada el miedo y que nos lleven como ovejas al matadero. Tenemos que unirnos, empresarios, agricultores, sociedad civil, alcaldías independientes para evitar la catástrofe.