Hace pocos días, justo mientras se supo de la muerte del periodista y representante a la Cámara por el Pacto Histórico, José Alberto Tejada (QEPD), conoció la luz pública dos trabajos muy interesantes relacionados con el llamado ‘estallido social’, del que la ciudad de Cali fue epicentro en el marco del Paro Nacional que inició en abril del año 2021.

Uno de ellos se publicó bajo el título ‘Cali: estallido social/la esperanza sobrepasó el miedo’, el cual fue impreso con el sello Siglo Editorial de la Universidad del Valle, y cuya autoría corresponde a la exministra de Minas, Irene Vélez, y al investigador Bryan Vargas Reyes.

El otro trabajo fue elaborado con el aporte central de la Juntanza Popular (Colectivo de organizaciones sociales) y los apoyos de la Universidad Cooperativa de Colombia, el Programa por la Paz y el Cinep, bajo el título: ‘El gran estallido/Cali la sucursal de la resistencia’. Y como estos, hay una importante cantidad de otros trabajos ya publicados que se han dado a la tarea no solo de narrar, sino también de interpretar lo ocurrido, desde perspectivas académicas, sociales, culturales y muchas otras más, incluida la memoria histórica.

Por supuesto, abordar en su enorme complejidad este hecho histórico, que si se quiere partió en un antes y un después la historia de la ciudad, es un imperativo, no solo de sectores especializados o con un interés particular en el asunto, sino como parte de una reflexión colectiva necesaria, que ha comenzado, pero se encuentra aún lejos de finalizar.

El tema es sensible dada la magnitud de sus impactos (humanos, sociales, en la infraestructura, la cohesión social, la confianza mutua, la gobernabilidad, entre otros). Hablar de esto genera, aún hoy, molestas tensiones, profundos desacuerdos y hasta sospechas y suspicacias, pero hay que hacerlo, de manera honesta y crítica, para entender lo que sucedió y evitar que se repita, de suerte que mirar a otro lado y asumir que aquí ‘no pasó nada’ no es una opción.

¿De qué trata ese lugar común de ‘evitar que se repita’? Básicamente, creo yo, de lograr una comprensión de lo ocurrido, que no es fácil, pero que dista mucho de simplemente señalar que se trató de una asonada subversiva o de planes de organización criminales. Pero también tiene que ver, por sobre todo, con la posibilidad de construir algo nuevo entre todos los actores de la ciudad, incorporando a estos grupos sociales que se movilizaron, incluidos a quienes se conoce como ‘Primera Línea’ o colectivos de la ‘resistencia’.

Un rasgo muy positivo, quizás el más relevante, de lo que hoy podría llamarse un ‘diálogo improbable’ se refiere, por un lado, a que estos diversos colectivos han venido construyendo y cuentan hoy con agendas muy sólidas elaboradas en la perspectiva de resolver los asuntos estructurales en los que tuvo lugar el ‘estallido’ (especialmente la desigualdad) y, por otro lado, a que existe en ellos una actitud clara y públicamente expresada, desde la cual han llamado al gobierno distrital, en cabeza de su alcalde Alejandro Eder, y a otros sectores de la ciudad (sociales, comunitarios, empresariales, académicos, de iglesias), para trabajar por un proyecto común de ciudad en el que quepamos todos y todas.

Dar audiencia efectiva a estas perspectivas pasa por gestar estos ‘diálogos improbables’ sobre la base de un reconocimiento genuino de los interlocutores y sus propuestas y de espacios de construcción conjunta que hoy están dados, entre otros, por el Plan Distrital de Desarrollo, el nuevo POT y la construcción de la Visión Compartida de Ciudad.

Se necesita un Pacto Social para Cali…