En tiempos de campaña electoral en Colombia, son muchos los temblores que se apoderan de la clase política y de aquellos que tienen que salir a refrendar su estatus de poder -o lograr alcanzarlo- por la decisión solemne del pueblo. Y tiemblan y tiemblan porque, aunque representan a la gente, se deben a ella y sea su orgullo haber nacido en el barrio más humilde, alejados del bullicio y de la falsa sociedad, es poco o nada lo que realmente los conecta.
Los logos en sus camisas perfectamente planchadas los delatan, esos vehículos llenos de brillo por fuera, pero polarizados a los ojos de la población hacia adentro, los tratos despectivos a sus equipos, mientras levantan sus brazos y alzan bebés más sucios y desnutridos que contentos, hacen que sean fácilmente detectables. Y es que se nota porque sus sonrisas son falsas y forzadas, las palabras recitadas y los gestos absolutamente desconectados de lo que la boca dice.
Poco atienden a los íconos a los que la gente realmente sigue y atiende a rajatabla. Si Karol G o el Ferxxo quisieran regir los destinos de la ciudad que se les diera la gana, lograrían ganar fácilmente y de manera abrumadora por la simple razón que ligarían los deseos que tiene una sociedad por salir adelante con los de hacerlo desde la autenticidad y esencia de querer ellos estar en el poder. Otra cosa, claro, sería gobernar.
El reconocimiento ayuda, que la cara sea familiar ayuda. Pero es fundamental la honestidad de la esencia, el disfrute y claridad en la intención de ser elegido. Y es poco lo que los políticos quieren aprender de las personalidades de la música y la farándula, pues creen que levitan en poder y relevancia por la rimbombancia de un cargo o la posibilidad de serlo. Poco o nada se disfrutan comer un perro caliente en la calle porque en su mundo eso no es cocina de autor, animalista, ecléctico, iluminado y artista de los sabores. Lo simple les aterra.
Huyen de conectar con lo popular, pero corren a agasajar y agasajarse con quienes no pueden tranquilamente declarar y garantizar la legalidad de sus riquezas. Unas por otras. Y luego las frases: “Fue a mis espaldas”, “me acabo de enterar”, “Yo no lo crie”, “le doy en la cara”, inundan los reportes de noticias y los titulares que justifican un craso error moral, ético y hasta penal.
La indignación por escuchar que alguien puede “darle hasta abajo porque que ese c… responde”, cada vez es menor y recibe menos crítica intelectual, porque finalmente representa tan solo un momento en medio de la cotidianidad que significa vivir. Pero es que representa y coincide con lo que es el ser humano, el votante que desea algo.
Párenle bolas al candidato o candidata Ferxxo. Ese o esa que les diga las cosas sin tanto adorno, que les repita hasta el cansancio que si tiene una dos o tres buenas ideas, estas son posibles y no que tiene dos mil irrealizables. Que transmita, que sea auténtico, que cuando les hable de su programa de gobierno ustedes sientan que no resisten las ganas de vivirlo como la canción con la que lo dan todo.