Oscar Wilde escribió: “Si te vas a vengar, cava dos tumbas”. La tuya y la del otro. Porque el vengador queda tan atrapado como el que recibe la venganza. Allí, como en ningún otro escenario, las energías de los dos integrantes, el que la hizo y el que cobra, quedan amarradas. Por eso es tan difícil vivir en paz. Siempre existe un recuerdo, teñido de dolor e infantilmente se cree que cobrando se elimina el sufrimiento. Lo único que haces es amarrarte al conflicto para volverlo eterno. Porque el camino de la venganza no tiene final. La única salida sanadora es vivir en el presente, entendiendo que lo que se vivió en el pasado, era necesario para tu crecimiento. Pero si no se suelta, no hay opción de presente y futuro armónicos.
¿Imaginas la clase de mundo que tendríamos si lográramos erradicar la venganza? ¿Imaginas un lugar sin retaliaciones, sin cuentas de cobro? ¿Imaginas un mundo sin pendientes emocionales, donde no haya que ‘pagar’ por las equivocaciones, solo aprender de ellas? Sí, el que comete el error tiene en su conciencia su mayor crítico y es a esta, a su conciencia, a quien le debe responder con un cambio de actitud. Pero, no más venganza, no más facturas. ¿Puedes fantasear una familia donde no se ‘cobren’ los privilegios, los rechazos, las equivocaciones? Una sociedad sin facturas con el pasado, que pueda aceptar el presente y vivir sin el lastre de la historia, porque acepta que venimos a aprender, no a cobrar. ¿La imaginas? ¿La fantaseas?
En la gran mayoría de situaciones de conflicto, existe una factura, un pendiente. Allí hay solapado un deseo de venganza. Y convertirnos en cobradores, a cualquier nivel, es denigrante. Sin embargo, la gran mayoría de acciones humanas guardan un ‘ajuste de cuentas’. “Me la hiciste, te la cobro”. Hay encerrado un deseo de poder, una creencia de seres buenos y otros malos, una dualidad lacerante que divide y fragmenta.
Creo que en ese deseo de revancha se construye la desgracia humana. En esa necesidad de venganza se atrinchera toda la maldad. Es allí, en ese odio visceral, donde vive el diablo, donde Satanás se alimenta de lo más nauseabundo. No hay ninguna reglamentación oficial que la ‘prohíba’. No será por decreto que nos convertiremos en mejores seres humanos. Ni tampoco pueden prohibir la retaliación, el ajuste de cuentas de nuestra conducta. Solo por convencimiento personal comprobamos que la venganza es una pandemia histórica que no nos deja progresar. La venganza corroe cualquier intento de crecimiento. Debe ser entonces una tarea individual, una tarea de educación familiar, en un inicio, para continuarlo en la escolaridad. El odio visceral que alimenta la venganza nos obnubila, no nos deja ver con serenidad. Además, la venganza no olvida, no perdona. La venganza es cobradora, se hereda y disfruta con la maldad y con el daño. La venganza nos convierte en demonios.
Pedirle al mundo, a Dios, a las energías, la capacidad de erradicar la venganza, es tarea de salud mental. Por ello, pídele a quien quieras a nivel trascendente que en tu corazón no se enquiste el deseo de venganza. Lo primero, porque quedarás atrapado. Más profundo, porque podrás encontrar la paz necesaria para vivir cerca a la felicidad. En tu corazón no hay pendientes ni se te pegan las miserias de la humanidad.