Por: monseñor Édgar de Jesús García Gil, obispo emérito de Palmira
Al cumplir la edad de mi jubilación o Emeritud comencé a decir en mis homilías y conferencias, a mis oyentes de mi edad, que había llegado el momento de inscribirse para el curso de la ‘Vida eterna’.
Terminada la celebración, una señora mayor, bien arreglada y con señales de su antigua belleza, se acercó sigilosamente y me dijo al oído. ¡Monseñor, no habla de esas cosas de la vida eterna porque nos asusta! Y yo graciosamente le pregunte: - ¿Usted todavía está en un plan de buscar pareja y volverse a casar? ¡Como se le ocurre! - Y si no es mucho mi atrevimiento: ¿Cuantos años tiene? Ella de nuevo bajo el volumen de su voz, se acercó a mi oído y me dijo como en secreto: 76 años. -Entonces, ¿qué espera? Inscríbase en el curso de la vida eterna porque de esta manera nos preparamos para entrar bien a esta nueva propuesta de Dios.
Las lecturas que la Iglesia Católica propone para la Eucaristía de este domingo nos hablan en un lenguaje apocalíptico sobre el fin del mundo cuando Cristo Rey venga de nuevo a juzgar a los vivos y a los muertos «En aquellos días, después de la gran angustia, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y gloria; enviará a los ángeles y reunirá a sus elegidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo”. Marcos 13, 24-32.
Lo que se propone Jesús con estas palabras es invitarnos a preparar muy bien este glorioso encuentro con el Señor. Y la mejor preparación es la caridad con todos nuestros hermanos que viven o pasan por nuestro camino. Recordemos lo que oramos en el salmo 15: “El Señor es el lote de mi heredad y mi copa; mi suerte está en tu mano”
Es muy importante considerar que nosotros no somos profetas de calamidades o catástrofes para asustar a los más ingenuos y obligarlos a ser prácticas de brujerías, de horóscopos o de mala o buena suerte. Al contrario, somos hombres y mujeres de esperanza porque “creemos en la resurrección de los muertos y en la vida eterna” como profesamos en el Credo.
También recordemos que nuestra dignidad humana es infinita porque con la resurrección de Jesucristo él se hizo visible ante los apóstoles y discípulos con su cuerpo y llagas gloriosas de su pasión.
Inscribirse en el curso de la vida eterna es una apuesta muy recomendable para ser realista ante la eventualidad de nuestro futuro o próximo paso de esta vida terrena a la vida con Dios.