Navidad, Feria y Año Nuevo. Estos tres eventos, y todo lo que cada uno de ellos suscita a su alrededor, hacen que diciembre sea una época muy especial en la capital vallecaucana. Son centenares de caleños residentes en el exterior o en otras partes del país los que ya están llegando a la ciudad para reencontrarse con su familia y demás seres queridos, al igual que decenas de turistas que quieren contagiarse del jolgorio que se vive durante esta temporada en la Sucursal del Cielo.
¿Qué mejor manera de recibirlos a todos ellos y de disfrutar de estas festividades que ‘invitando’ también a la rumba y a las celebraciones a la decencia, la prudencia, la tolerancia y la paciencia?
Porque, lejos de ser aburridas, esas normas de conducta pueden hacer la diferencia entre una temporada decembrina marcada por los regalos y la comida del 24; el Salsódromo, los desfiles y las casetas de la Feria, y los abrazos, las uvas y los buenos deseos del 31, y una época que se convierta en un mal recuerdo por cuenta de excesos y desenfrenos que pueden terminar incluso en dolorosas tragedias.
Estamos hablando, por ejemplo, del uso de la pólvora, que solamente en la Noche de las Velitas en la ciudad dejó un saldo conocido de doce personas heridas, entre las que se encontraban cinco menores de edad, y tres de las cuales requirieron amputaciones de falanges en sus extremidades. ¿Qué significado podrá tener el próximo diciembre para una familia que pierda un niño por esta causa durante estos días?
También hay que mencionar una realidad que corroboran las estadísticas y es que históricamente durante esta temporada del año suelen aumentar las muertes violentas en Cali, en la mayoría de los casos debido al exagerado consumo de licor.
Así lo demuestran los accidentes de tránsito ocasionados por personas que decidieron manejar un vehículo a pesar de haber ingerido bebidas alcohólicas y que en un instante han terminado causándole lesiones fatales incluso a sus propios seres queridos. Pero también los homicidios que han tenido lugar una vez que el licor en exceso ha transformado un encuentro entre amigos o familiares o una alegre rumba en una riña de consecuencias lamentables.
Por supuesto que la Navidad y el fin y comienzo de año representan una hermosa época para disfrutar y compartir con aquellos con quienes más se ama, y que la Feria de Cali es sinónimo de alegría y goce, pero es necesario que esas celebraciones estén acompañadas de suficientes dosis de prudencia ante el tráfico que se torna pesado ante la mayor afluencia de vehículos en las calles y ante las personas embriagadas que quieran buscarle lío a quienes estén a su alrededor.
En últimas, se trata de mantener ese espíritu festivo, pero cívico que caracterizó a la Sucursal del Cielo durante la realización de la COP16. Una ciudad que siga siendo sinónimo de rumba y sabor, pero también una urbe habitada por caleños que saben que una ‘culebra’ en manos de un niño, una copa de más o un acto de intolerancia les puede arrebatar su derecho a festejar con alegría y tranquilidad.