Una vez más, en su ya característico estilo de dar bandazos, el gobierno del presidente Gustavo Petro ha presentado una propuesta de lo que llama Acuerdo Nacional. Lo ha hecho, según las palabras del ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, su principal impulsor, con el objetivo de “respetar la vida y la convivencia pacífica como valores fundamentales de la democracia, mejorar la calidad del debate político e impulsar consensos significativos en torno a las soluciones de los asuntos que más afectan la vida de las personas en Colombia”.

La iniciativa, sobre la que todavía no se sabe si es apoyada plenamente por el jefe del Estado, surge en un momento paradójico de la vida nacional. Porque el mismo Presidente está en el punto más alto de su política de confrontación con todos los sectores de la sociedad.

En efecto, nunca antes en la historia de Colombia un Presidente había abierto tantos frentes de batalla, como lo ha hecho Petro. Su discurso pugnaz y pendenciero ha tocado a los empresarios, los gremios, los partidos políticos, la Justicia, los medios de comunicación, los periodistas y los gobernantes regionales que no hacen parte de la izquierda.

Y a todo ello se suman las grandes disputas que se libran dentro de su propia coalición política, las cuales han fracturado la obra del Gobierno en los dos años que lleva al frente del poder.

Según el ministro Cristo, son cinco los grandes objetivos de la nueva propuesta de Acuerdo Nacional. El primero, erradicar la violencia del debate político y respetar la diferencia. Además de recuperar el control de los territorios que hoy están manos de grupos al margen de la Ley, sin renunciar a posibles diálogos de paz.

Por otro lado, garantizar que no habrá reelección presidencial, ni se alterarán los periodos de los alcaldes y gobernadores. En tercer lugar, garantizar el cumplimiento definitivo de todas las acciones e inversiones consignadas en el Acuerdo de Paz con las Farc. Adicionalmente, impulsar un modelo de crecimiento económico “con equidad”. Y, por último, crear un consenso en torno a la necesidad de sacar adelante las actuales reformas sociales que se tramitan en el Congreso.

Con lo cual, la gran pregunta que surge es por qué el Gobierno no se dedicó, con esa misma claridad que pretende exponer hoy, a cumplir todos esos propósitos desde el primer día de su gestión. ¿Por qué ahora, cuando los problemas de corrupción, desorden administrativo y pobre ejecución presupuestal le pasan factura, lanza esta propuesta?

En realidad, no es más que un intento desesperado por recuperar oxígeno político frente a sus bajos niveles de aceptación, que sin duda se verán reflejados en los procesos electorales que se avecinan.

El gran Acuerdo Nacional que el país necesita no debe ser para impulsar una campaña, sino para recuperar la confianza que se ha perdido en todos los sectores de la sociedad. Es ese el gran lastre que hoy mantiene desacelerada la economía y que impide a los colombianos sentir progreso y bienestar. Por allí deberían empezar Petro y Cristo.