El viernes, cuando concluyó la Cumbre de las Partes de Naciones Unidas sobre Biodiversidad, COP16, Cali, el Valle y Colombia tuvieron la certeza de haberle cumplido, con aplausos incluidos, al encuentro mundial. Quedan en deuda algunos acuerdos que no se firmaron y que deberán concretarse pronto para beneficio del planeta, pero está la certeza de que hoy en diferentes puntos del globo terráqueo se habla más sobre la necesidad de cuidar la naturaleza, y ello fue posible gracias a todo lo que sucedió en la sede anfitriona.
En la COP16 participaron 23.000 personas entre presidentes, ministros, delegados de 170 gobiernos, representantes de organizaciones ambientales, empresarios, académicos y artistas, además de ciudadanos del común interesados en la protección de la naturaleza. Es la mayor asistencia registrada a cualquiera de las tres Conferencias ambientales que realiza la ONU, es decir la de cambio climático, la de biodiversidad y la de desertificación.
Los visitantes fueron acogidos con calidez y alegría por los caleños, los vallecaucanos y por quienes representaron al Pacífico colombiano, la región que se unió para que esta cumbre fuera un éxito. Si en la Zona Azul se dieron las discusiones políticas y sociales, restringidas a quienes debían tomar las decisiones, la Zona Verde, un espacio que se realiza por primera vez en una cumbre por el medio ambiente, se abrió al público en general con una gran oferta cultural, empresarial y académica.
Se quedaron cortas las expectativas porque se esperaban 200 mil asistentes y al cierre se contabilizaron 900 mil personas recorriendo el Centro, el Bulevar de Oriente, los teatros, los museos, las salas de conferencia y los diferentes escenarios abiertos a quien quisiera visitarlos. El comportamiento de las mayorías fue impecable, la seguridad estuvo garantizada y la fiesta en que se convirtió la Cumbre brillo por su colorido y alegría.
El viernes, al filo de la media noche, se alcanzaron los últimos acuerdos en el Centro de Eventos Valle del Pacífico. Se aprobó el Artículo 8J del Convenio sobre Diversidad Biológica, que crea el órgano subsidiario para pueblos indígenas y comunidades locales, y se reconoció a los pueblos afrodescendientes como actores fundamentales en el cuidado y protección de la biodiversidad.
Se conformó, así mismo, el Fondo de Cali para recoger las contribuciones de la empresa privada por el uso de recursos genéticos cuando están en bases de datos digitales. Fue el único avance en materia de financiación, toda vez que las partes no llegaron a acuerdos sobre la estrategia financiera, siendo este el fracaso visible de esta COP. Aún no se consiguen los recursos monetarios necesarios para garantizar el cumplimiento de las metas del Acuerdo Kunming – Montreal, que busca garantizar al 2030 la conservación del 30% de las tierras, zonas costeras, ríos y océanos del mundo.
Los avances son notorios y se deja cimentada una base para avanzar en las acciones que salvaguarden las especies y sus entornos. De paso, Cali, el Valle y Colombia demostraron que tienen la capacidad para recibir los más grandes eventos internacionales y que cuando sus dirigentes, empresarios, la academia, los gremios, instituciones y, en particular, su gente, se unen, se puede todo. Los aplausos, de pie y con ovación, son más que merecidos. Hoy Cali es, sin duda, la Capital de la Biodiversidad.