Mientras Colombia se prepara para recibir el fenómeno de La Niña, que según las predicciones afectará de manera particular a la región del Pacífico con lluvias intensas, el mundo vive el que se vaticina como el año con las más altas temperaturas en la historia reciente. Lo mismo se dirá del siguiente, del que vendrá después y así sucesivamente, si la humanidad no detiene, por fin, las causas del calentamiento global, en el que tiene buena parte de responsabilidad.

El mes de julio que pasó fue el segundo más caluroso desde que se tienen registros oficiales, apenas superado en 0,04 grados centígrados por el del 2023. Los registros oficiales indican que este año los termómetros han estado a punto de reventarse en lugares como La Meca, Arabia Saudí, donde se llegó a los 52 ºC en plena época de peregrinación, lo que provocó al menos 1.600 muertos.

Apenas un poco por debajo han estado países como Pakistán o India, mientras algunas ciudades españolas se mantienen por encima de los 40 ºC. En Las Vegas, Estados Unidos, el calor subió hasta los 48,9 grados centígrados, un récord desde que en 1937 se iniciaron las mediciones de la temperatura y el Valle de la Muerte, en el Estado de California, sigue como el mayor infierno sobre la Tierra, alcanzando este año los 54 ºC.

Tiene razón Celeste Sauro, la secretaria general de la Organización Meteorológica Mundial, cuando afirma que “esto se está volviendo demasiado caliente para soportarlo”. Las temperaturas extremas no las aguantan los seres humanos, mucho menos los animales que habitan el Planeta, ni los bosques o selvas -aquellos que quedan- que no dan ya abasto para airear al mundo en pleno.

Y como todo está relacionado, sube la temperatura en la atmósfera, se calientan los océanos, se desatan con más potencia los fenómenos naturales como El Niño, que trae sequías, o La Niña con sus lluvias intensas, mientras los huracanes arrecian en número y fuerza. Y cada año la situación empeora, porque las acciones para contrarrestar el cambio climático, que las hay, no alcanzan para disminuir las causas y menguar las consecuencias.

Por ello, hay que insistir en que no se puede cejar en el empeño de darle una nueva oportunidad al Planeta, a sus ecosistemas, a la biodiversidad que alberga, a la vida. Así parezca que los resultados no son suficientes, se debe instar a que espacios como las COP sobre cambio climático o la de diversidad biológica que este año recibirá Cali, Colombia, sean el lugar donde se discutan las acciones y se tomen las decisiones.

Puede que no se esté haciendo lo suficiente, pero cada aporte repercute en reducir las posibilidades de que esta gran y única casa, que no se ha cuidado como se lo merece, se vaya acabando lentamente y sin reversa. Calores extremos, lluvias imparables, ciclones mortales, sequías extensas, es lo que les espera a los 8.200 millones de personas que habitan la Tierra si no se comprometen con parar el cambio climático.

Mientras Colombia se prepara para recibir el fenómeno de La Niña, que según las predicciones afectará de manera particular a la región del Pacífico con lluvias intensas, el mundo vive el que se vaticina como el año con las más altas temperaturas en la historia reciente. Lo mismo se dirá del siguiente, del que vendrá después y así sucesivamente, si la humanidad no detiene, por fin, las causas del calentamiento global, en el que tiene buena parte de responsabilidad.

El mes de julio que pasó fue el segundo más caluroso desde que se tienen registros oficiales, apenas superado en 0,04 grados centígrados por el del 2023. Los registros oficiales indican que este año los termómetros han estado a punto de reventarse en lugares como La Meca, Arabia Saudí, donde se llegó a los 52 ºC en plena época de peregrinación, lo que provocó al menos 1.600 muertos.

Apenas un poco por debajo han estado países como Pakistán o India, mientras algunas ciudades españolas se mantienen por encima de los 40 ºC. En Las Vegas, Estados Unidos, el calor subió hasta los 48,9 grados centígrados, un récord desde que en 1937 se iniciaron las mediciones de la temperatura y el Valle de la Muerte, en el Estado de California, sigue como el mayor infierno sobre la Tierra, alcanzando este año los 54 ºC.

Tiene razón Celeste Sauro, la secretaria general de la Organización Meteorológica Mundial, cuando afirma que “esto se está volviendo demasiado caliente para soportarlo”. Las temperaturas extremas no las aguantan los seres humanos, mucho menos los animales que habitan el Planeta, ni los bosques o selvas -aquellos que quedan- que no dan ya abasto para airear al mundo en pleno.

Y como todo está relacionado, sube la temperatura en la atmósfera, se calientan los océanos, se desatan con más potencia los fenómenos naturales como El Niño, que trae sequías, o La Niña con sus lluvias intensas, mientras los huracanes arrecian en número y fuerza. Y cada año la situación empeora, porque las acciones para contrarrestar el cambio climático, que las hay, no alcanzan para disminuir las causas y menguar las consecuencias.

cAsí parezca que los resultados no son suficientes, se debe instar a que espacios como las COP sobre cambio climático o la de diversidad biológica que este año recibirá Cali, Colombia, sean el lugar donde se discutan las acciones y se tomen las decisiones.

Puede que no se esté haciendo lo suficiente, pero cada aporte repercute en reducir las posibilidades de que esta gran y única casa, que no se ha cuidado como se lo merece, se vaya acabando lentamente y sin reversa. Calores extremos, lluvias imparables, ciclones mortales, sequías extensas, es lo que les espera a los 8.200 millones de personas que habitan la Tierra si no se comprometen con parar el cambio climático.