El respeto por el otro, la tolerancia y la sana convivencia son principios fundamentales para que Cali recupere su esencia y se reconcilie como sociedad. Hacia ese propósito deben dirigirse los principales esfuerzos para reconstruir la ciudad, que aún es incapaz de resolver sus conflictos sin recurrir a la violencia o sin afectar a los demás.
Debería preocupar a todos los caleños que el único delito que este año presenta altos índices de crecimiento sea el que tiene que ver con las lesiones personales. Mientras los homicidios o los hurtos en sus diferentes categorías están a la baja en la capital del Valle –lo cual no significa que no se requiera combatirlos con contundencia-, la que es la representación máxima de la intolerancia está lejos de redimirse.
Así lo demuestran los 2.585 casos reportados por la Policía Metropolitana entre enero y junio de este 2024. Son 508 más de los conocidos en el mismo periodo del año pasado, es decir un 20% por encima, representado en más riñas callejeras, agresiones físicas, enfrentamientos entre pandillas, problemas entre vecinos que se resuelven a punta de golpes. La cifra puede ser aún mayor si, tal como sucede con otros delitos, no todos se denuncian ante las autoridades competentes.
Son los caleños de 18 a 24 años, así como aquellos entre 30 y 34 años de edad, quienes más se ven envueltos en problemas que conllevan lesiones personales. En el primer rango, entre enero y mayo se registraron 383 casos, del total contabilizado en lo que va de 2024, mientras que entre los segundos el número llegó a 409 reportes. Eso quiere decir que la tercera parte de esa intolerancia que termina en criminalidad, involucra a la población de jóvenes adultos.
Como lo reconocen las autoridades, en la mayoría de estos hechos los detonantes son la falta de tolerancia, las malas prácticas a la hora de resolver conflictos de convivencia, el mal manejo de las emociones y el consumo irresponsable de licor o sustancias psicoactivas. Por ello las soluciones no pueden ser exclusivamente represivas.
El problema de Cali es social y de educación. Una ciudad que en los últimos años decidió resolver sus problemas recurriendo a la violencia, en la que no se ejerció la autoridad y en cuyas calles reinó el descontrol, solo puede esperar una sociedad en la que el respeto por el otro se difumina, para la que el acatamiento de las normas elementales que ayudan a vivir en paz no es un asunto importante.
De ahí la necesidad de educar a los caleños, desde su primera infancia, en la tolerancia hacia los demás y hacia sus diferencias, en una sana convivencia, en el aprecio por el valor de la vida, en la reconciliación como principio esencial.
Mientras ello no se consiga, delitos como el de las lesiones personales seguirán creciendo año tras año y quienes viven en la capital del Valle del Cauca serán incapaces de emprender el camino de la reconciliación, de la sana convivencia, para empezar a construir un futuro mejor como sociedad.