Colombia termina esta semana en una situación de alerta generalizada por cuenta de lo que está ocurriendo con el clima. En solo cinco días la Capital de la República quedó sometida nuevamente a un duro racionamiento de agua, se presentaron 22 incendios forestales en por lo menos seis departamentos, algunos municipios del centro del país tuvieron temperaturas extremas de entre 37 y 42 grados, mientras que las regiones de la Costa Norte fueron azotadas por vendavales apocalípticos.

Y, como si todo lo anterior fuera poco, Ecopetrol tuvo que restringir la venta de gas vehicular en diferentes zonas del territorio nacional. ¿La razón? Ese combustible se debe priorizar para la generación de energía térmica, pues los embalses que surten a las hidroeléctricas están perdiendo aceleradamente sus reservas ante la ausencia de lluvias.

Aunque el panorama resulta inquietante, las autoridades insisten en que, por ahora, Colombia no corre el riesgo de quedar como Ecuador. Y es que, también esta semana, el vecino país se vio forzado a iniciar un drástico plan con racionamientos de electricidad hasta por seis horas en diferentes regiones, como consecuencia de la peor sequía en 60 años.

Más preocupantes aún son las noticias procedentes de Brasil. Ese país ha sido desbordado en los últimos 18 días por más de 61.000 incendios forestales en todo su territorio, como consecuencia de la sequía más grave que ha padecido desde 1950.

En nuestro país las mayores afectaciones por el verano extremo son, por ahora, los incendios y la reducción de los embalses. Pero hay una razón de peso para mantener la alerta: el Fenómeno de La Niña, en el que aumentan las lluvias, se ha tardado más de lo previsto y por lo menos hasta octubre el país seguirá manteniendo tiempo seco.

Con lo cual, el debate sobre qué tan preparados estamos para enfrentar una crisis de mayores proporciones está sobre la mesa. El Ideam ha dicho con claridad que, más allá de ciertas condiciones atmosféricas que se presentan en esta época del año, es un hecho que las altas temperaturas actuales son consecuencia directa del cambio climático que experimenta el planeta.

Y ello significa que no debemos vernos solo como víctimas del problema, sino especialmente como corresponsables del mismo. Además de quejarnos por el intenso calor, esa es la gran reflexión que deberíamos hacernos frente a lo que está pasando. ¿Estamos haciendo lo que nos corresponde, en las diferentes actividades y espacios de nuestras vidas, para no acrecentar la crisis del calentamiento global?

Una reciente encuesta de la organización WWF, que comentamos en este mismo espacio, arrojó resultados muy inquietantes frente a esa pregunta. Aunque la mayoría de los colombianos se declara preocupado por lo que ocurre, muy pocos actúan realmente con conciencia sobre el cambio climático. Es necesario que todos hagamos un esfuerzo por informarnos y educarnos sobre el problema, pues lo que hoy vemos es solo el asomo de una crisis que va a empeorar por nuestra causa.