Una vez más el fútbol colombiano es protagonista, y no propiamente por el sonoro triunfo de algún equipo, por el extraordinario partido que se jugaron dos clubes, o por el soñado gol de algún jugador.
Es noticia una vez más por las provocaciones, las sanciones y los hechos de violencia que suceden al interior de un estadio, lo que indica que no se ha aprendido la lección, pese a que ha habido muchísimos llamados para vivir la fiesta en completa paz.
Lo sucedido el domingo en el Atanasio Girardot, después del clásico antioqueño entre Medellín y Nacional, es la continuación de una escalada violenta que se ha tomado el fútbol, sin que hasta el momento las autoridades hayan podido controlar.
Ha sucedido en el estadio del Deportivo Cali, en el Pascual Guerrero, en El Campín y hasta en Bucaramanga, donde recientemente los aficionados protestaron vehementemente por lo que consideraron errores arbitrales que perjudicaron a su equipo.
La situación ha ido creciendo como una bola de nieve, ensuciando lo más sagrado que tiene el fútbol, el balón, y matando lentamente un espectáculo que se diseñó únicamente para disfrutar.
A los aficionados siempre se les ha pedido tolerancia y respeto, independiente del resultado de su equipo. Pero las promesas han sido flor de un día porque las amenazas, riñas y agresiones verbales se mantienen, publicitadas hoy en día por las redes sociales.
Arduo trabajo tienen las autoridades para ganar el partido contra la violencia que, hasta ahora, se va perdiendo. Las familias que antes asistían a los estadios, hoy no van por miedo a ser víctimas de los vándalos.
Pero, para que haya una lucha decidida por el regreso de la paz a los estadios, deberán aportar también los grandes protagonistas del fútbol como son técnicos y jugadores.
La desmedida celebración el domingo pasado durante el clásico entre Medellín y Nacional del técnico de este último, Efraín Juárez, por la clasificación de su equipo, en un estadio con más de 25 mil aficionados rivales, fue una mecha que por milagro no se prendió.
Una desbordada emoción estuvo a punto de provocar una tragedia de incalculables proporciones; al campo de juego alcanzaron a ingresar algunos hinchas enfurecidos, lo que podría abrir el debate de si es mejor regresar al pasado, con vallas que impedían una situación de esas.
Con casos de violencia aún frescos, la Liga entró desde ayer en una etapa definitiva como son los cuadrangulares; y allí volverán a aparecer las emociones que implica un partido de fútbol.
Es necesario que antes de cada juego los equipos tomen todas las medidas del caso para evitar más hechos de violencia en un estadio. Que las autoridades hagan de manera eficiente su trabajo con el fin de garantizar un buen comportamiento, y que aquellos aficionados violentos recapaciten y tomen conciencia de que el fútbol colombiano, desde hace rato, pide a gritos la paz.