A tres meses de que termine la alcaldía de Jorge Iván Ospina, poco se sabe de las salidas a la crisis que afronta el Sistema de Transporte Masivo de Cali. La salvación del MÍO, que debería ser la columna vertebral de la movilidad local, no tiene un norte claro, como no lo tienen los recursos que se han autorizado para hacer viable su continuidad. Los caleños necesitan explicaciones y tener la certeza de que hay solución a los problemas.
Si bien la inestabilidad por la que atraviesa el Masivo de Occidente no se le puede achacar en exclusiva a la actual administración municipal, es imposible negar la cuota de responsabilidad que esta tiene en la situación actual. Ni la Alcaldía ni Metrocali actuaron a tiempo en los momentos más críticos, permitieron la destrucción del sistema en los años recientes y no cimentaron las bases que permitieran superar las dificultades y garantizar el servicio eficiente que reclaman los caleños.
El sombrío panorama por el que atraviesa el MÍO es evidente. Hay escasez de buses, las frecuencias no permiten atender la demanda, la Troncal de Oriente que debió estar lista hace meses no entra aún en operación, la inseguridad se campea por donde pasa el sistema y las deudas crecen, en especial las que se tienen con los operadores. Mientras tanto, las busetas que ya cumplieron su vida útil y debieron ser chatarrizadas hace años siguen circulando por las vías, ahora además con permiso oficial.
Las cifras hablan solas. Según el observatorio Cali Cómo Vamos, 40 de cada 100 caleños dicen que el MÍO presta un peor servicio que el de las busetas tradicionales, mientras el 48% no están satisfechos con la cobertura de las rutas, 43% con la información de las rutas, 43% con la accesibilidad para personas con discapacidades y 42% con la cercanía en las estaciones y el confort en los buses.
El reclamo para que se reestructure el Transporte Masivo lleva años sin ser atendido. Y es claro que el gobierno de Jorge Iván Ospina tampoco fue el de las soluciones. Peor aún, a poco tiempo de terminar, son más las dudas que deja, como por ejemplo en qué paró el plan de salvamento del que tanto se habló, o que pasó con el proyecto que aprobó hace siete meses el Concejo para inyectarle $1,3 billones al MÍO y fortalecer el servicio.
El MÍO debería preocuparle a toda la ciudad porque en la teoría representa un modelo de movilidad urbana sostenible, que reduce la carga contaminante y que es vital para la competitividad. Pero nada de ello sucede, por esa razón, en el epílogo de esta Alcaldía, debería haber claridad sobre los recursos con los que se cuenta para fortalecer el sistema, en qué se invertirán y cómo se logrará mejorar la operación.
El efecto positivo que generó el MÍO cuando se inauguró hace dos décadas, es innegable. Sin embargo, hoy está más cerca del desastre que de ser la solución que se planteó entonces. De ahí la urgencia de que se den respuestas y, por encima de todo, que se solvente la necesidad primaria de sus usuarios, que es contar con un servicio de calidad, que atienda toda la demanda y llegue a todos los sectores de la ciudad. Dejar morir al MÍO sería retroceder en materia de movilidad y calidad de vida para los caleños.