El trauma que padeció Cali durante las horas en que el suministro de gas natural se vio interrumpido, debido al problema registrado en el gasoducto Mariquita-Cali, refleja la importancia de este combustible en la vida de los caleños y de los colombianos en general.

Los hogares de la ciudad se quedaron sin cómo cocinar los alimentos y decenas de restaurantes se vieron obligados a cerrar o ingeniárselas con gas propano o, incluso, con leña, con el fin de poder atender a su clientela y minimizar las pérdidas.

Además, miles de taxistas, cuyos vehículos usan el gas como combustible, no pudieron salir a trabajar. En fin, quedó muy clara la importancia del gas natural en la cotidianidad del millón trescientos mil usuarios que hay en el Valle y el norte del Cauca.

Mientras esta emergencia ocurría en el occidente del país, en Barranquilla, donde se realiza el congreso de Naturgas, gremio que agrupa a los distribuidores del gas, se dieron a conocer unas cifras muy preocupantes sobre las reservas de este combustible en Colombia.

En ese certamen se reveló que las reservas de gas natural bajaron dramáticamente y que el autoabastecimiento que estaba garantizado para ocho años, ahora solo lo está para 7,2 años, según el propio Ministerio de Minas y Energía y la Agencia Nacional de Hidrocarburos, ANH.

De acuerdo con el informe presentado en el Congreso de Naturgas, las reservas de gas pasaron de 3164 giga pies cúbicos (gpc) en 2021 a 2817 gpc en 2022. Las cuentas que hace Julio César Vera, presidente de la Fundación Xua Energy, son más preocupantes, pues, según el experto en el sector, hubo una disminución de 0,3 terapies cúbicos, lo que quiere decir que el país tendrá una autosuficiencia de menos de siete años.

“Teniendo en cuenta esta cifra y considerando la importancia que tiene el gas para el país y lo que significa en la atención de 36 millones de colombianos, el panorama es preocupante”, dijo Vera.

Estos datos se conocen cuando el gobierno de Gustavo Petro, con el fin de acelerar la transición energética, ha decidido frenar la firma de nuevos contratos de exploración, tanto de petróleo como de gas.

Aunque es loable la preocupación del Gobierno por reemplazar los combustibles fósiles y por incentivar la generación de las llamadas energías limpias, este proceso hay que adelantarlo de una forma realista y prudente.

Colombia, en este momento, no puede darse el lujo de cerrar las puertas a la búsqueda de un insumo tan importante como el gas natural. Y si bien, como ha reiterado el Ministerio de Minas, hay más de 300 contratos de exploración de hidrocarburos vigentes, nada garantiza que esa búsqueda dé resultados positivos.

Lo ocurrido esta semana en el occidente del país es una pequeña muestra de lo que sería para Colombia quedarse sin gas. Es también un campanazo de alerta para el Gobierno, que debe ser más responsable y realista con su política de exploración y explotación de gas y de petróleo.